Escudriñar las escrituras y ser
obedientes
El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta. Juan 7:17.
Los que investigan las Escrituras humilde y piadosamente, para conocer y hacer la voluntad de Dios, no dudarán acerca de sus obligaciones para con Dios. Porque “el que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios”. Si quiere conocer el misterio de la piedad, debe seguir la clara palabra de verdad, lo sienta o no, con emoción o sin ella. Debe rendirse obediencia a partir de un sentido del principio, y debe proseguirse lo correcto bajo todas las circunstancias. Ese es el carácter que es elegido por Dios para salvación.
La prueba de un genuino cristiano se da en la Palabra de Dios. Dice Jesús: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”. Juan 14:15... Aquí están las condiciones sobre las cuales cada alma será elegida para tener vida eterna. Su obediencia a los mandamientos de Dios demostrará su derecho a la herencia de los santos en luz. Dios ha elegido una cierta excelencia de carácter, y todos los que, por medio de la gracia de Cristo, alcancen el nivel de su requerimiento, tendrán abundante entrada en el reino de la gloria. Todos los que alcancen esta norma de carácter tendrán que emplear los medios que Dios ha provisto para este fin.
Si quiere heredar el reposo que queda para los hijos de Dios, debe llegar a ser un colaborador con Dios. Usted está elegido para llevar el yugo de Cristo, para llevar su carga, para alzar su cruz. Debe ser diligente para “hacer firme vuestra vocación y elección”. 2 Pedro 1:10.
Investigue las Escrituras y verá que no se elige ni un hijo o una hija de Adán para ser salvo en desobediencia a la ley de Dios. El mundo invalida la ley de Dios, pero los cristianos son llamados a la santificación por medio de la obediencia a la verdad. Si quieren tener la corona, son elegidos para llevar la cruz.
La Biblia es la única regla de fe y doctrina... Sólo la verdad de la Biblia y la religión de la Biblia permanecerán como la prueba del juicio. No debemos pervertir la Palabra de Dios para que se adapte a nuestra conveniencia e interés mundano, sino que con honestidad debemos preguntar: “¿Qué quieres que haga?”—The Review and Herald, 17 de julio de 1888.
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