sábado, 4 de abril de 2015

Dios guía a sus hijos


Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos. Salmos 32:8.
Mi querido hermano: quisiera escribirle tan claramente como sea posible. Pensé que lo había hecho así en mi carta anterior. En aquella oportunidad le presenté la situación tan clara y francamente como pude hacerlo, y me siento incapaz de escribirle en forma más definida de lo que lo hice en mi carta en la que le especificaba los detalles.
El Señor no proporciona luz en forma tal que deje al destinatario imposibilitado de caminar por fe. “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Hebreos 11:1. No se ha trazado una línea definida que tengamos que seguir. Necesitamos orar y velar en oración, orando y confiando siempre. Mi hermano, debe buscar al Señor a fin de conocer cuál es su deber.
Nunca estuve más segura en relación con cualquier medida que hayamos tomado, de que la mano del Señor estuvo en la selección de esta propiedad [para el colegio de Avondale, Australia]. Debemos avanzar ahora de acuerdo con la providencia de Dios que abre el camino, y construir nuestro hospital... Debemos edificar un sanatorio cerca de Sidney, pero no dentro de la ciudad. Hawkesbury es el lugar que estamos considerando para su ubicación. No nos proponemos tener una institución grande, sino un edificio sencillo y apropiado en algún lugar tal como Hawkesbury. Podemos entonces tener sucursales establecidas en Sidney, Newcastle y otros lugares. Esta es la forma como el Señor quisiera que hagamos las cosas. No es su plan que levantemos una cantidad de edificios en un solo centro, tal como se hizo en Battle Creek. Nuestra obra debe extenderse sobre un amplio territorio. Debemos avanzar lenta, segura y sólidamente. Damos muchos rodeos para todas las cosas. Necesitamos economizar, porque es la única forma en la que podremos avanzar. El Sanatorio de Sidney ha estado esperando oír de ustedes, pero a causa de cómo se han expresado, no podemos decirles “vengan” hasta que sientan que es su deber hacerlo. Cuando sientan que deben desprenderse de Africa, estaremos preparados para recibirlos. El Señor está dispuesto a escuchar nuestras peticiones y debiéramos permitirle que obre en la forma que lo vea mejor. No tenemos el propósito de esperarlos a ustedes o a cualquier otro si la Providencia nos abre el camino para conseguir un sitio para nuestro sanatorio, aunque todavía no tenemos los medios.
Usted dice que el doctor Kellogg le escribió que si yo lo autorizo a juntar cinco mil dólares él lo hará. El me escribió que podría juntar cinco mil dólares además de los primeros cinco mil, pero ¿por qué no le digo “hágalo”? No me está permitido decirle a ningún hombre lo que debe hacer o dejar de hacer. Expongo nuestra situación tal como el Señor me ha indicado que lo haga, pero no tengo libertad de ir más allá.—Carta 63, del 4 de abril de 1899, dirigida a Juan Wessells y señora, quienes se contaron entre los primeros creyentes en Africa del Sur.*

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