martes, 3 de mayo de 2022

Capítulo 29—El juicio investigador


“Estuve mirando—dice el profeta Daniel—hasta que fueron puestas sillas: y un Anciano de grande edad se sentó, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su silla llama de fuego, sus ruedas fuego ardiente. Un río de fuego procedía y salía de delante de él: millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de él: el Juez se sentó y los libros se abrieron”. Daniel 7:9, 10.

Así se presentó a la visión del profeta el día grande y solemne en que los caracteres y vidas de los hombres habrán de ser revistados ante el Juez de toda la tierra, y en que a todos los hombres se les dará “conforme a sus obras”. El Anciano de días es Dios, el Padre. El salmista dice: “Antes que naciesen los montes, y formases la tierra y el mundo, y desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios”. Salmos 90:2. Es él, Autor de todo ser y de toda ley, quien debe presidir en el juicio. Y “millares de millares [...] y millones de millones” de santos ángeles, como ministros y testigos, están presentes en este gran tribunal. “Y vi que con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, vino hasta el Anciano de días, y lo hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria, y reino; para que todos los pueblos, naciones y lenguas lo sirvieran; su dominio es domino eterno, que nunca pasará; y su reino es uno que nunca será destruido”. Daniel 7:13, 14 (RV95). La venida de Cristo descrita aquí no es su segunda venida a la tierra. Él viene hacia el Anciano de días en el cielo para recibir el dominio y la gloria, y un reino, que le será dado a la conclusión de su obra de mediador. Es esta venida, y no su segundo advenimiento a la tierra, la que la profecía predijo que había de realizarse al fin de los 2.300 días, en 1844. Acompañado por ángeles celestiales, nuestro gran Sumo Sacerdote entra en el lugar santísimo, y allí, en la presencia de Dios, da principio a los últimos actos de su ministerio en beneficio del hombre, a saber, cumplir la obra del juicio y hacer expiación por todos aquellos que resulten tener derecho a ella.

LEER: https://m.egwwritings.org/es/book/1710.2219#2219

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