martes, 2 de julio de 2024

Arrepiéntete y haz las primeras obras


Las solemnes advertencias que nos han sido dadas por la destrucción de instituciones valiosas y útiles,

nos dicen: “Recuerda por tanto de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras.” Apocalipsis 2:5. ¿Por qué no se percibe mejor el estado espiritual de la iglesia? ¿No están cegados los centinelas que velan sobre los muros de Sión? ¿No se sienten muchos siervos del Señor despreocupados y satisfechos como si la nube durante el día y la columna de fuego por la noche descansasen sobre el santuario? Los que ocupan posiciones de responsabilidad y que aseveran conocer a Dios, ¿no lo están negando en sus vidas y caracteres? Los que se cuentan entre el pueblo elegido de Dios, ¿no están ellos satisfechos de una vida que transcurre sin dar la evidencia de que Dios está verdaderamente en su medio, para salvarlos de las trampas y los ataques de Satanás? ¿No tendríamos más luz si, en lo pasado, hubiésemos recibido las advertencias del Señor, si hubiésemos conocido su presencia, y si nos hubiésemos apartado de todo lo que es contrario a su voluntad? Si hubiésemos procedido de este modo, la luz del cielo habría brillado en el templo de nuestras almas; nos habría hecho capaces de comprender la verdad y de amar a Dios por encima de todo, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. ¡Cuán gravemente es deshonrado Cristo por aquellos que, aseverando ser cristianos, deshonran el nombre que llevan, al no conformar su vida a su profesión de fe y al omitir en su trato mutuo el amor y respeto que Dios desea ver revelados por medio de palabras amables y actos corteses! Las potencias infernales están conmovidas por una profunda intensidad. El resultado es guerra y derramamiento de sangre. La atmósfera moral está envenenada por actos de una crueldad espantosa. El espíritu de lucha se extiende; abunda en todas partes. Muchas almas caen bajo el poder de un espíritu de fraude y engaño. Muchos se alejarán de la fe para seguir a espíritus seductores y a doctrinas de demonios. No disciernen el espíritu que se ha apoderado de ellos.

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