Permaneciendo en Cristo
Estad en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto de sí mismo, si no estuviere en la vid; así ni vosotros, si no estuviereis en mí. Juan 15:4.
Así como el sarmiento cortado, sin hojas, y aparentemente sin vida, es injertado en la cepa viva, y fibra por fibra, y vena por vena, bebe de la vida y la fuerza de la vid hasta que retoña y florece y produce fruto, así también el pecador, mediante el arrepentimiento y la fe, se conecta a sí mismo con Cristo, se convierte en participante de la naturaleza divina, y por sus palabras y acciones produce los frutos de la vida santificada.
Jesús “tiene vida en sí mismo”, y ofrece impartir gratuitamente esta vida a las almas que están muertas en faltas y pecados. ... Sí, comparte con ellas su pureza, su honor y excelsitud. El sarmiento exhausto, injertado en la vid viva, se convierte en una parte de esa vida. Vive mientras permanece unido a la vid. Así también sucede con las vidas de los cristianos, por virtud de su unión con Cristo. El pecador y el humano se unen al santo y al divino. El alma creyente permanece en Cristo y llega a ser una con él. Cuando las personas se relacionan estrechamente en los tratos de esta vida, sus gustos llegan a ser similares y llegan a amar las mismas cosas. Así también aquel que permanezca en Cristo, amará las cosas que él ama. Obedecerá sagradamente sus mandamientos y se gozará en ellos. ...
El sarmiento de la vid, alimentado por la cepa, florece y da fruto. Sus ricos y fragantes racimos atestiguan su unión con la vid viva. Así el cristiano que permanece en Jesús producirá fruto. Las preciosas gracias del espíritu—amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fe, mansedumbre, temperancia—se manifestarán en el carácter y en la vida, tal como el abundante racimo de la vid. ...
Decidid ser miembros de la vid viva que lleva frutos. El vástago puede florecer únicamente cuando recibe vida y fortaleza de la cepa. Aprovechad entonces cada oportunidad de relacionaros más estrechamente con Cristo. Llegaréis a ser uno con él, únicamente creyendo en él, amándolo, copiándolo y dependiendo enteramente de él; y mediante vosotros, su vida y su carácter se revelarán al mundo.—The Review and Herald, 11 de septiembre de 1883, pp. 577, 578.