En un pasaje que forma parte del derecho canónico, el papa Inocencio III declara
que el pontífice romano es "el vicario en la tierra, no de un mero hombre, sino
del mismo Dios;" y en una glosa del trozo se explica que esto es así debido a
que el papa es el vicario de Cristo, el cual es "verdadero Dios y verdadero
hombre." (Véase Decretal. D. Gregor. Pap. 9. lib. 1, de translat. Episc. tit. 7,
c. 3. Corp. Jur. Canon, ed. París, 1612; tom. 2. Decretal. Col. 205.)
En
cuanto al título "Señor Dios el Papa," véase una glosa de las Extravagantes del
papa Juan XXII, título 14, cap. 4, "Declaramus." En una edición de las
Extravagantes, impresa en Amberes en 1584, se encuentran en la columna 153 las
palabras "Dominuin Deun nostrum Papam" ("Nuestro Señor Dios el Papa"). En una
edición de París, del año 1612, se hallan en la columna 140. En varias ediciones
publicadas desde 1612, hase omitido la palabra "Deum" ("Dios").
"El
culto de las imágenes... fue una de esas corrupciones del cristianismo que se
introdujeron en la iglesia furtivamente y casi sin que se notaran. Esta
corrupción no se desarrolló de un golpe, cual aconteció con otras herejías, pues
en tal caso habría sido censurada y condenada enérgicamente, sino que, una vez
iniciada en forma disfrazada y plausible, se fueron introduciendo nuevas
prácticas una tras otra de modo tan paulatino que la iglesia se vio totalmente
envuelta en idolatría no sólo sin enérgica oposición, sino sin siquiera protesta
resuelta alguna; y cuando al fin se hizo un esfuerzo para extirpar el mal,
resultó éste por demás arraigado para ello. . . . La causa de dicho mal hay que
buscarla en la propensión idolátrica del corazón humano a adorar a la criatura
más bien que al Creador. . . .
"Las imágenes y los cuadros fueron
introducidos al principio en la iglesia no para que fueran adorados, sino para
que sirvieran como de libros que facilitaran la tarea de enseñar a los que no
sabían leer o para despertar en otros los sentimientos de devoción. Difícil es
decir hasta qué punto este medio correspondió al fin propuesto; pero aun
concediendo que así fuera durante algún tiempo, ello no duró, y pronto los
cuadros e imágenes puestos en las iglesias, en lugar de ilustrar, obscurecían la
mente de los ignorantes y degradaban la devoción de los creyentes en lugar de
exaltarla. De suerte que, por más que se quiso emplear unos y otros para dirigir
los espíritus de los hombres hacia Dios, no sirvieron en fin de cuentas sino
para alejarlos de él e inducirles a la adoración de las cosas creadas." -J.
Mendham, The Seventh General Council, the Second of Nicea , Introducción, págs.
iii-vi.
Una relación de los procedimientos y decretos del Segundo
Concilio de Nicea, 787 de J. C., convocado para instituir el culto de las
imágenes, se encuentra en Baronio: Annales Ecclesíastici , tomo 9, págs. 391-407
(ed. de Amberes, 1612); J. Mendham, The Seventh General Council, the Second of
Nicea ; C. J. v. Hefelé, Histoire des Conciles , lib. 18, cap. 1, sec. 332, 333;
cap. 2, sec. 345-352.