El fundamento de toda paz verdadera
Estas cosas os he hablado, para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción: mas confiad, yo he vencido al mundo. Juan 16:33.
“Para que en mí tengáis paz”—paz en Cristo, paz en la creencia de la verdad. Al Consolador se lo llama el Espíritu de verdad, porque hay consuelo y esperanza y paz en la verdad. La falsedad no puede proporcionar una paz genuina; ésta puede recibirse únicamente a través de la verdad. ...
Jesús oró que sus seguidores fueran una sola cosa; pero no hemos de sacrificar la verdad para asegurar esta unión, porque debemos ser santificados mediante la verdad. Aquí está el fundamento de toda paz verdadera. La sabiduría humana puede querer cambiar todo esto al considerar esta base demasiado estrecha. Los hombres pueden procurar efectuar la unión mediante concesiones hechas a la opinión popular, a través de la transigencia con el mundo, y del sacrificio de la piedad vital. Pero la verdad es la base de Dios para la unidad de su pueblo.
La santificación, la unidad, la paz—todas deben ser nuestras a través de la verdad. La creencia de la verdad no torna a los hombres sombríos y descontentos. Si tenéis paz en Cristo, su sangre preciosa habla de perdón y esperanza a vuestra alma. Sí, y más todavía, encontráis gozo en el Espíritu Santo mediante la aceptación de las preciosas promesas.
Jesús dijo: “En el mundo tendréis aflicción: mas confiad, yo he vencido al mundo”. Por lo tanto, el mundo no os vencerá si creéis en mí. Es un mundo que yo he conquistado. Porque he vencido, si creéis en mí, también venceréis. ...
Todo lo que Jesús ha prometido lo cumplirá; y la duda de nuestra parte lo deshonra grandemente. Todas sus palabras son espíritu y son vida. Si las aceptamos y obedecemos, proporcionarán paz, felicidad y seguridad para siempre. ... Cristo declara que nos ha proporcionado paz; ésta nos pertenece. Y él ha hablado estas cosas, para que en él tengamos aquello que él adquirió para nosotros mediante el sacrificio infinito—lo que él considera que es nuestro. No necesitamos buscar esta paz en el mundo, porque el mundo no la posee. Se la encuentra en Cristo. El la concederá, a pesar del mundo, a pesar de sus amenazas y decretos, y de sus promesas engañadoras.—The Review and Herald, 12 de abril de 1892.
Estas cosas os he hablado, para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción: mas confiad, yo he vencido al mundo. Juan 16:33.
“Para que en mí tengáis paz”—paz en Cristo, paz en la creencia de la verdad. Al Consolador se lo llama el Espíritu de verdad, porque hay consuelo y esperanza y paz en la verdad. La falsedad no puede proporcionar una paz genuina; ésta puede recibirse únicamente a través de la verdad. ...
Jesús oró que sus seguidores fueran una sola cosa; pero no hemos de sacrificar la verdad para asegurar esta unión, porque debemos ser santificados mediante la verdad. Aquí está el fundamento de toda paz verdadera. La sabiduría humana puede querer cambiar todo esto al considerar esta base demasiado estrecha. Los hombres pueden procurar efectuar la unión mediante concesiones hechas a la opinión popular, a través de la transigencia con el mundo, y del sacrificio de la piedad vital. Pero la verdad es la base de Dios para la unidad de su pueblo.
La santificación, la unidad, la paz—todas deben ser nuestras a través de la verdad. La creencia de la verdad no torna a los hombres sombríos y descontentos. Si tenéis paz en Cristo, su sangre preciosa habla de perdón y esperanza a vuestra alma. Sí, y más todavía, encontráis gozo en el Espíritu Santo mediante la aceptación de las preciosas promesas.
Jesús dijo: “En el mundo tendréis aflicción: mas confiad, yo he vencido al mundo”. Por lo tanto, el mundo no os vencerá si creéis en mí. Es un mundo que yo he conquistado. Porque he vencido, si creéis en mí, también venceréis. ...
Todo lo que Jesús ha prometido lo cumplirá; y la duda de nuestra parte lo deshonra grandemente. Todas sus palabras son espíritu y son vida. Si las aceptamos y obedecemos, proporcionarán paz, felicidad y seguridad para siempre. ... Cristo declara que nos ha proporcionado paz; ésta nos pertenece. Y él ha hablado estas cosas, para que en él tengamos aquello que él adquirió para nosotros mediante el sacrificio infinito—lo que él considera que es nuestro. No necesitamos buscar esta paz en el mundo, porque el mundo no la posee. Se la encuentra en Cristo. El la concederá, a pesar del mundo, a pesar de sus amenazas y decretos, y de sus promesas engañadoras.—The Review and Herald, 12 de abril de 1892.