Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos en este mundo, que os
abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, manteniendo buena
vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que... glorifiquen a Dios en el
día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras. 1 Pedro 2:11, 12.
Al acercarse el fin de la historia de esta tierra, Satanás obrará con todo su
poder de la misma manera y con las mismas tentaciones con que tentó al antiguo
Israel cuando estaba por entrar en la tierra prometida. Tenderá lazos para los
que aseveran guardar los mandamientos de Dios, y que están casi en los límites
de la Canaán celestial. Empleará hasta lo sumo sus poderes para entrampar a las
almas y hacer caer en lo que respecta a sus puntos más débiles a los que
profesan ser hijos de Dios.
Satanás ha resuelto destruir por medio de sus tentaciones y contaminar por medio
de la licencia el alma de quienes no hayan sujetado las pasiones inferiores a
las facultades superiores de su ser, a los que dejaron correr sus pensamientos
por el canal de la satisfacción carnal de las pasiones más bajas. No apunta
especialmente a los blancos menos importantes, sino que se vale de sus engaños
mediante personas a quienes puede alistar como agentes suyos para inducir a los
hombres a las mujeres a permitirse libertades que la ley de Dios condena.
Ataca a quienes ocupan puestos de responsabilidad, los que enseñan lo exigido
por la ley de Dios, a aquellos de cuya boca rebosan los argumentos para vindicar
dicha ley, y dirigiendo contra ellos sus poderes infernales, pone sus agentes a
trabajar para hacerlos caer en los puntos débiles de su carácter, sabiendo que
quien transgrede en un punto, es culpado de todos, y él, Satanás, domina así
todo su ser. La ruina abarca la mente, el alma y el cuerpo. Si se trata de quien
fue mensajero de la justicia, poseedor de mucha luz, o si el Señor lo usó como
obrero especial en la causa de la verdad, entonces ¡cuán grande es el triunfo de
Satanás! ¡Cómo se regocija él! ¡Cuánto deshonor para Dios!—El hogar adventista,
296 (1894).
Satanás sabe que es su tiempo. Sabe que le queda poco tiempo para trabajar, y
obrará con tremendo poder para entrampar al pueblo de Dios en los puntos débiles
de su carácter... Es necesario guardar los pensamientos; proteger el alma con
los mandatos de la Palabra de Dios, y ser muy cuidadosos en cada pensamiento,
palabra, acción, para no ser engañados para pecar.—The Review and Herald, 17 de
mayo de 1887.