Amados, puesto que tenemos tales
promesas, limpiémonos de toda contaminación de
carne y de espíritu, perfeccionando la santidad
en el temor de Dios.
2 Corintios 7:1.
Muchos sufren a causa de un severo recargo
mental, que no ha sido aliviado mediante el
ejercicio físico. El resultado es un deterioro
de sus facultades, y una tendencia a evitar las
responsabilidades. Lo que necesitan es un
trabajo más activo. Esto no se limita sólo a los
que tienen sus cabezas blancas con la escarcha
del tiempo, sino también a los jóvenes que han
caído en la misma condición y se han debilitado
mentalmente. Los estrictos hábitos de
temperancia, combinados con el ejercicio de los
músculos, así como el de la mente, preservarán
tanto el vigor mental como el físico, y darán
poder de resistencia a los que están ocupados en
el ministerio, a los redactores y a todos los
que tengan hábitos sedentarios.
Los predicadores, maestros y alumnos no se
enteran como debieran de la necesidad del
ejercicio al aire libre. Descuidan este deber,
que es de lo más esencial para la conservación
de la salud. Se aplican detenidamente al estudio
de los libros, e ingieren la alimentación de un
trabajador manual. Con tales hábitos, algunos
adquieren corpulencia porque el organismo está
obstruido. Otros enflaquecen y se debilitan,
porque sus fuerzas vitales se agotan con el
trabajo de desechar el exceso de alimentos... Si
el ejercicio físico se combinase con el mental,
se apresuraría la circulación de la sangre, la
acción del corazón sería más perfecta, las
impurezas se eliminarían, y todo el cuerpo
experimentaría nueva vida y vigor...
La obra en la cual estamos ocupados es
sagrada... Es un deber que tenemos para con Dios
el de guardar el espíritu puro, como templo del
Espíritu Santo. Si el corazón y la mente están
dedicados al servicio de Dios, obedeciendo todos
sus mandamientos, amándolo con todo el corazón,
el poder, la mente y la fortaleza, y a nuestros
prójimos como a nosotros mismos, seremos
hallados leales y fieles a los requerimientos
del cielo.
Ahora estamos en el taller de Dios. Muchos de
nosotros somos piedras ásperas sacadas de la
cantera. Pero a medida que sintamos la
influencia de la verdad de Dios, desaparecerá
toda imperfección, y estaremos preparados para
brillar como piedras vivas en el templo
celestial, donde nos asociaremos no sólo con los
santos ángeles, sino también con el mismo Rey
del cielo. El estar consciente de obrar
correctamente es la mejor medicina para los
cuerpos y las mentes enfermas. La bendición
especial de Dios que reposa sobre el que la
recibe es salud y fortaleza. La persona cuya
mente está tranquila y satisfecha en Dios, está
en camino de la buena salud.—Christian
Temperance and Bible Hygiene, 160, 161.