lunes, 13 de octubre de 2014

Los hábitos de temperancia y el ejercicio físico producen vigor.

Amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios. 2 Corintios 7:1.
Muchos sufren a causa de un severo recargo mental, que no ha sido aliviado mediante el ejercicio físico. El resultado es un deterioro de sus facultades, y una tendencia a evitar las responsabilidades. Lo que necesitan es un trabajo más activo. Esto no se limita sólo a los que tienen sus cabezas blancas con la escarcha del tiempo, sino también a los jóvenes que han caído en la misma condición y se han debilitado mentalmente. Los estrictos hábitos de temperancia, combinados con el ejercicio de los músculos, así como el de la mente, preservarán tanto el vigor mental como el físico, y darán poder de resistencia a los que están ocupados en el ministerio, a los redactores y a todos los que tengan hábitos sedentarios.
Los predicadores, maestros y alumnos no se enteran como debieran de la necesidad del ejercicio al aire libre. Descuidan este deber, que es de lo más esencial para la conservación de la salud. Se aplican detenidamente al estudio de los libros, e ingieren la alimentación de un trabajador manual. Con tales hábitos, algunos adquieren corpulencia porque el organismo está obstruido. Otros enflaquecen y se debilitan, porque sus fuerzas vitales se agotan con el trabajo de desechar el exceso de alimentos... Si el ejercicio físico se combinase con el mental, se apresuraría la circulación de la sangre, la acción del corazón sería más perfecta, las impurezas se eliminarían, y todo el cuerpo experimentaría nueva vida y vigor...
La obra en la cual estamos ocupados es sagrada... Es un deber que tenemos para con Dios el de guardar el espíritu puro, como templo del Espíritu Santo. Si el corazón y la mente están dedicados al servicio de Dios, obedeciendo todos sus mandamientos, amándolo con todo el corazón, el poder, la mente y la fortaleza, y a nuestros prójimos como a nosotros mismos, seremos hallados leales y fieles a los requerimientos del cielo.
Ahora estamos en el taller de Dios. Muchos de nosotros somos piedras ásperas sacadas de la cantera. Pero a medida que sintamos la influencia de la verdad de Dios, desaparecerá toda imperfección, y estaremos preparados para brillar como piedras vivas en el templo celestial, donde nos asociaremos no sólo con los santos ángeles, sino también con el mismo Rey del cielo. El estar consciente de obrar correctamente es la mejor medicina para los cuerpos y las mentes enfermas. La bendición especial de Dios que reposa sobre el que la recibe es salud y fortaleza. La persona cuya mente está tranquila y satisfecha en Dios, está en camino de la buena salud.—Christian Temperance and Bible Hygiene, 160, 161.

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