Observa la humilde vida del Hijo de Dios. El fué “varón de dolores, experimentado en quebranto.” Isaías 53:3. Contempla su ignominia, su agonía en el Getsemaní, y aprende lo que es abnegación. ¿Estamos padeciendo necesidad? También la padeció Cristo, la Majestad del cielo. Pero su pobreza era por causa nuestra. ¿Nos contamos entre los ricos? Así se contaba él también. Pero consintió por causa nuestra en hacerse pobre, para que por su pobreza pudiésemos ser hechos ricos. En Cristo tenemos la abnegación ejemplificada. Su sacrificio consistió no meramente en abandonar los atrios reales del cielo, en ser juzgado por los hombres perversos como un criminal y declarado culpable, en ser entregado a la muerte como malhechor, sino en llevar el peso de los pecados del mundo. La vida de Cristo reprende nuestra indiferencia y frialdad.
Estamos cerca del tiempo del fin, cuando Satanás ha bajado con grande ira, sabiendo que le queda poco tiempo. Está trabajando con todo engaño de injusticia en aquellos que perecen. Nuestro gran Jefe ha dejado la guerra en nuestras manos para que la prosigamos con vigor. No estamos haciendo una vigésima parte de lo que podríamos hacer si estuviésemos despiertos. La obra se demora porque hay amor a la comodidad y falta el espíritu abnegado del cual Cristo nos dió ejemplo en su vida. Se necesitan colaboradores de Cristo, hombres que sientan la necesidad de ensanchar los esfuerzos. La obra de nuestras prensas no debe disminuir sino duplicarse. Deben establecerse escuelas en diferentes lugares, para educar a nuestra juventud y prepararla para trabajar a fin de que la verdad progrese. Ya se ha malgastado muchísimo tiempo, y los ángeles llevan al cielo el registro de nuestra negligencia. Nuestra condición letárgica y nuestra falta de consagración nos han hecho perder preciosas oportunidades que Dios nos envió en las personas que estaban capacitadas para ayudarnos en nuestra actual necesidad. ¡Oh, cuánto necesitamos nuestra Ana More para ayudarnos en este tiempo a alcanzar otras naciones! Su extenso conocimiento de los campos misioneros nos daría acceso a los que hablan otros idiomas y a quienes no podemos acercarnos ahora. Dios trajo este don a nuestro medio para hacer frente a nuestra emergencia actual; pero no apreciamos el don, y nos lo quitó. Ella descansa de sus labores, pero sus obras de abnegación la siguen. Es deplorable que nuestra obra misionera quede rezagada por falta del conocimiento necesario para lograr acceso a las diferentes naciones y localidades de la gran mies mundial. Sentimos angustia de espíritu porque hemos perdido algunos de los dones que podríamos tener ahora si hubiésemos estado despiertos. Se ha impedido a los obreros que penetrasen en la ya blanca mies. Incumbe a los hijos de Dios humillar su corazón delante de él, y en la más profunda humillación rogar al Señor que perdone nuestra apatía y complacencia egoísta y borre el vergonzoso registro de los deberes descuidados y privilegios dejados sin aprovechar. En la contemplación de la cruz del Calvario, el verdadero cristiano abandonará la idea de restringir sus ofrendas a lo que no le cuesta nada y oirá en sonidos como de trompeta: “Ve, trabaja en mi viña; Pronto podrás descansar.” Cuando Jesús estaba por ascender al cielo, señaló los campos de la mies y dijo a sus seguidores: “Id por todo el mundo; predicad el evangelio.” Marcos 16:15. “De gracia recibisteis, dad de gracia.” Mateo 10:8. ¿Nos negaremos a nosotros mismos para que se pueda recoger la mies que se pierde? Dios pide talentos de influencia y recursos. ¿Nos negaremos a obedecer? Nuestro Padre celestial concede dones y solicita que le sea devuelta una porción para probarnos si somos dignos de recibir el don de la vida eterna.*****
Las ofrendas de los niños pueden ser aceptables y gratas a Dios. De acuerdo con el espíritu que impulsa a los donativos será el valor de la ofrenda. Los pobres, al seguir la regla del apóstol de apartar una pequeña suma cada semana, ayudan a llenar la tesorería, y sus dones son completamente aceptables para Dios; porque ellos hacen sacrificios tan grandes, y aun más grandes que sus hermanos ricos. El plan de la benevolencia sistemática guardará a toda familia contra las tentaciones de gastar recursos en cosas inútiles; y beneficiará especialmente a los ricos al evitar que cometan despilfarros.