"Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala." Ecl. 12: 14.
El Señor pronto vendrá en las nubes de los cielos con poder y grande gloria. ¿No hay acaso suficientes elementos implícitos en las verdades que giran en torno de este acontecimiento, y en la preparación esencial para él que nos hagan pensar solemnemente en nuestro deber? Debemos presentar este asunto delante de la gente en forma definida y clara. "Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria. . . serán reunidas delante de él todas las naciones" "(Mat. 25: 31, 32).
Presente la verdad que se necesita en cada iglesia como un medio para alcanzar un fin y ese fin es el juicio, con sus eternas decisiones y recompensas. Dios pagará a cada cual según hayan sido sus obras. "De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos" (Jud. 14, 15). Y Salomón, cuando extendió su invitación y formuló su declaración como pregonero de justicia, presentó de este modo las perspectivas del juicio venidero: "El fin de todo discurso oído es éste: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala" (Ecl. 12: 13, 14).
Tenemos abundancia de importantes y solemnes verdades de la Palabra de Dios que proclamar, sin necesidad de que la mente imagine y trace teorías basadas en la vanidad humana para presentarlas a la grey de Dios como si fueran verdades probatorias. ¿Qué es la paja comparada con el trigo?
El juicio final es un acontecimiento sumamente solemne y terrible. Se desarrollará delante del universo entero. El Padre ha delegado todo el juicio en el Señor Jesús. El será quien declare la recompensa que recibirán los que hayan sido leales a la ley de Jehová. Dios será honrado y su gobierno reivindicado y glorificado, y ello en presencia de los habitantes de los mundos no caídos. El gobierno de Dios será reivindicado y exaltado en la mayor medida posible. No se trata del juicio de una persona o de una nación, sino de todo el mundo. ¡Oh, qué cambio se producirá entonces en el entendimiento de todos los seres creados! Allí se percibirá el valor de la vida eterna ( Carta 131 , del 14 de octubre de 1900, dirigida al pastor A. G. Daniells).
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