martes, 13 de noviembre de 2012

Cada día con Dios.Elena G. de White

SEAMOS TAN PERFECTOS COMO EL


"Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto." (Mat. 5: 48).

Como corresponde a seres a quienes Jehová Dios ha concedido las facultades de la razón y la acción, debiéramos usarlas de acuerdo con el propósito divino. Dios quiere ser honrado y glorificado mediante la obra de sus manos. Todo ser humano tendrá que dar cuenta a Dios por la forma como ha empleado los talentos que él le confió. Tenemos la obligación de usar correctamente nuestras facultades a fin de que se nos considere aptos para la vida eterna en el reino de Dios. El Señor requiere perfección de todo hombre. Debemos ser perfectos en esta vida humana, como Dios lo es en su condición de Ser divino.

Dios proveyó todo lo necesario para el bien del hombre, y lo hizo apenas un poco menor que los ángeles. Adán desobedeció y acarreó con ello el pecado que ha recaído sobre toda su posteridad. Pero Dios dio a su hijo unigénito para que redimiera a la raza culpable. Cristo asumió la naturaleza humana. Recorrió el mismo terreno donde Adán cayó, para ser probado como todos los seres humanos. Satanás vino como si fuera un ángel de luz para inducirlo a cometer un pecado, de ser posible, para lograr de ese modo que la raza humana quedara bajo el dominio del mal. Pero Cristo salió victorioso. Satanás fue derrotado y la humanidad fue puesta en terreno ventajoso.

Cuando el Padre dio a su Hijo para que muriera por nosotros, puso todos los tesoros del cielo a nuestra disposición. El pecado no tiene excusa. El Señor nos ha concedido todas las ventajas posibles a fin de que tengamos fuerza para resistir las tentaciones del enemigo. Si el hombre hubiera seguido el ejemplo de Cristo cuando se lo sometió a prueba, habría dado a sus hijos y nietos un ejemplo de pureza y justicia inquebrantable, y la especie humana no se habría deteriorado, sino que hubiese mejorado. . .

Muchos obran en nuestros días como si éste fuera un asunto de poca importancia. Pero si la familia humana, después de la caída de Adán, hubiera seguido el ejemplo de Cristo, cada padre y cada madre hubieran dejado a sus hijos un ejemplo en cuanto a cómo conducirse para cumplir la voluntad de Dios; entonces el mundo hubiera sido un Edén. La tierra, que actualmente es un desierto de pecado, se habría regocijado, y hubiera florecido como una rosa ( Carta 143 , del 5 de noviembre de 1900, dirigida al pastor McClure, ministro en California).

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