lunes, 25 de marzo de 2013

Nuestra Elevada Vocación.Elena G. de White

Cómo se destruye el poder de Satanás


Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no volváis otra vez a ser presos en el yugo de servidumbre.
Gálatas 5:1.


El arrepentimiento de una sola alma hace regocijarse al cielo con gozo inexpresable. Cada arpa y cada voz rompen en melodías y gloriosas antífonas, cuando otro nombre se registra en el libro de la vida, cuando otra luz se enciende para brillar entre las tinieblas morales de este mundo corrompido. Este mismo acontecimiento esparce la consternación entre los ángeles caídos, y humilla al gran conductor de la rebelión contra la santa ley de Dios. El príncipe de las tinieblas, cuando ve escapar de su control a un alma que había contado entre las suyas, como un pájaro fuera de la trampa del cazador, y hacer de Cristo su refugio, trabaja con intensidad infernal para volverla a entrampar.—Manuscrito 46a, 1886, pp. 2.


Debemos espaciarnos más en los resultados de la conversión genuina. Cuando el pecador se arrepiente y confiesa su iniquidad, no sólo es perdonado, sino que también se convierte en un hijo de Dios, ... en heredero de Dios y en coheredero con Cristo de una herencia inmortal. El poder de Satanás es quebrantado. El hombre es llevado a una unidad sagrada con Cristo.—Carta 63, 1905, pp. 3.

Ningún alma es ganada para Cristo ... sin que el tentador sea derrotado, y quebrantada la cabeza de la serpiente. Esto aumentará la malicia del adversario a una actividad mayor. ... Alarmado porque está perdiendo su presa, Satanás primero tratará de engañar, y luego de oprimir y perseguir. Hombres malos, reprochados por el precepto y el ejemplo de aquellos que acuden a la luz de la verdad bíblica, se convertirán en agentes del gran adversario de las almas, y no dejarán sin probar ningún medio para alejarlas de su fidelidad a Dios, e inducirlas a abandonar la estrecha senda de la santidad.


Pero ninguno necesita alarmarse ni atemorizarse. La promesa de Dios es que, si son fieles a sus principios, si obedecen y creen en los requerimientos de Dios, serán miembros de la familia real, hijos del Rey celestial. Tienen la seguridad de tener a su servicio a las huestes del cielo, y de salir victoriosos a través de los méritos de Cristo, y son más que vencedores a través del que los amó.—Manuscrito 46a, 1886, pp. 1, 2.

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