La virtud del amor fraternal
Y en el temor de Dios, amor fraternal, y en el amor fraternal caridad. 2 Pedro 1:7.
La Palabra de Dios ordena a cada uno de sus hijos: “Sed todos de un mismo corazón, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables”. 1 Pedro 3:8. Ahora bien, a menos que la piedad se añada a la paciencia, el hombre no podrá demostrar el amor fraternal. En su misión ante el mundo, Cristo ha demostrado que las gracias del Espíritu de Dios, cuando son aceptadas, moldean al hombre en todo sentido, tanto externa como interiormente, humillando su orgullo e induciéndolo a no ensalzarse, sino a estimar a su hermano como algo precioso a la vista de Dios, porque Cristo pagó un precio infinito por su alma. Cuando se avalúe al hombre como propiedad de Dios, entonces seremos bondadosos, amigables, y condescendientes con él.
La religión de Cristo es un sistema de verdadera cortesía celestial, y conduce a la exhibición práctica de una habitual ternura de sentimientos, bondad y comportamiento. Quien posea la bondad, acrecentará esta gracia, adelantando un paso más en la escalera. Cuanto más suba en la escalera, tanto más de la gracia de Dios se revelará en su vida, sus sentimientos y sus principios. Está aprendiendo siempre los términos de su aceptación con Dios; y la única manera para obtener una herencia en los cielos, es llegar a ser semejantes a Cristo en carácter. Todo el plan de misericordia debe suavizar lo que es áspero en el temperamento, y refinar cualquier cosa tosca en el comportamiento. El cambio interno se manifiesta en las acciones externas. Las gracias del Espíritu de Dios obran, con un poder oculto, en la transformación del carácter. La religión de Cristo nunca manifestará acciones ásperas, e incultas, y descorteses. La cortesía es una virtud bíblica. La virtud de esta gracia del amor fraternal caracterizó la vida de Cristo. Esta cortesía nunca ha sido manifestada en la tierra como la reveló Jesucristo, y no podemos desestimar este valor. ...
El crecimiento de la gracia consiste en
manifestar fervientemente en el exterior lo que Dios realiza en el interior.
Conseguir aquí en la tierra el espíritu que es apreciado en el cielo, es una
señal de gloria futura.—Manuscrito 13,
1884, pp. 10, 11.
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