jueves, 7 de marzo de 2013

Nuestra Elevada Vocación.Elena G. de White

A la paciencia, piedad

Porque el ejercicio corporal para poco es provechoso; mas la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera. 1 Timoteo 4:8.


Después de haber añadido paciencia a la temperancia, debemos seguir ascendiendo en la escalera del progreso, y añadir piedad a la paciencia. Este es el resultado de la paciencia. El apóstol Pablo dijo: “Nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba esperanza”. Romanos 5:3, 4.


Aquí, entonces, tenemos una nueva gracia, la piedad, que debe tener el espíritu y la semejanza de Jesucristo. El fin que Dios persigue en todo su trato con nosotros, es elevarnos hacia su ideal divino, y es el que persigue todo el plan de salvación. ... La corrupción del mundo está procurando posesionarse de nuestros sentidos; todas las influencias impías, que se advierten en todas partes, están trabajando para mantenernos en un nivel bajo y terreno—cegando nuestras sensibilidades, degradando nuestros deseos, debilitando nuestra conciencia, e invalidando nuestras facultades religiosas—, al impulsarnos a prestar atención a la naturaleza inferior. ...


La preciosa escalera está para alejarnos de todo esto. La atención es atraída hacia Dios, encima de la escalera. La gloria de allá arriba lanza una invitación: “Venid más alto”. El corazón es atraído. Se dan pasos ascendentes, uno después de otro. Y así vamos ascendiendo cada vez más arriba. A cada paso que se da, la atracción se hace mayor. Mayores y más santas ambiciones toman posesión del alma. Queda atrás la culpa de la vida pasada. No nos atrevemos a mirar hacia abajo, hacia aquellas cosas que durante largo tiempo envenenaron la fuente de la verdad y de la felicidad, y despertaron el remordimiento, debilitaron y depravaron la voluntad, y reprimieron todo impulso hacia el bien. ...


El propósito de la Palabra de Dios es inspirar esperanza, guiarnos ... a ascender paso a paso hacia el cielo, con vigor cada vez más creciente. ... Logramos la semejanza del carácter divino por el impartimiento de su propia gracia. ... Así como la cera recibe la impresión del sello, también el alma recibe y retiene la imagen moral de Dios. Somos llenados y transfigurados por su esplendor, así como la nube—que es negra—adquiere una blancura inmaculada cuando es llenada por la luz.—Manuscrito 13, 1884, pp. 8, 9.

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