Aparte de Dios no hay verdadera sabiduría
Dichoso el que halla sabiduría, el que adquiere inteligencia. Proverbios 3:13 (NVI).
La verdadera sabiduría es un tesoro tan duradero como la eternidad. Muchos de los que el mundo llama sabios sólo lo son en su propia estima. Contentos con la adquisición de la sabiduría mundana, nunca entran en el huerto de Dios para familiarizarse con los tesoros del conocimiento encerrados en su santa Palabra. Haciéndose sabios, son ignorantes de la sabiduría que todos debemos tener para ganar la vida eterna. Albergan desprecio por el Libro de Dios, el que si fuera estudiado y obedecido los haría realmente sabios.
Para ellos la Biblia es un misterio impenetrable; y le son oscuras las grandiosas y profundas verdades del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento, porque no disciernen espiritualmente las verdades espirituales. Necesitan aprender que el temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y que sin esa sabiduría vale poco su conocimiento.
Los que se esfuerzan por lograr una educación científica, pero no han aprendido la lección de que el temor de Dios es el principio de la sabiduría, proceden incapazmente y sin esperanza, dudando de la realidad de todo. Pueden adquirir una educación científica, pero a menos que obtengan un conocimiento de la Biblia y un conocimiento de Dios, no poseen la verdadera sabiduría. El iletrado, si conoce a Dios y a Jesucristo, tiene más sabiduría perdurable que el más instruido que desprecia la instrucción de Dios.—Comentario Bíblico Adventista 3:1174.
La verdadera sabiduría está por encima de la comprensión del sabio mundano. La sabiduría oculta, que es Cristo formado en lo íntimo, la esperanza de gloria, es una sabiduría excelsa como el cielo. Los profundos principios de la piedad son sublimes y eternos. Una íntima vida cristiana es lo único que puede ayudarnos a entender este problema y a obtener los tesoros de conocimiento que han estado ocultos en los consejos de Dios, pero que ahora son dados a conocer a todos los que tienen una relación vital con Cristo.—The Review and Herald, 18 de julio de 1899.Comentario Bíblico Adventista 6:1114.
Dichoso el que halla sabiduría, el que adquiere inteligencia. Proverbios 3:13 (NVI).
La verdadera sabiduría es un tesoro tan duradero como la eternidad. Muchos de los que el mundo llama sabios sólo lo son en su propia estima. Contentos con la adquisición de la sabiduría mundana, nunca entran en el huerto de Dios para familiarizarse con los tesoros del conocimiento encerrados en su santa Palabra. Haciéndose sabios, son ignorantes de la sabiduría que todos debemos tener para ganar la vida eterna. Albergan desprecio por el Libro de Dios, el que si fuera estudiado y obedecido los haría realmente sabios.
Para ellos la Biblia es un misterio impenetrable; y le son oscuras las grandiosas y profundas verdades del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento, porque no disciernen espiritualmente las verdades espirituales. Necesitan aprender que el temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y que sin esa sabiduría vale poco su conocimiento.
Los que se esfuerzan por lograr una educación científica, pero no han aprendido la lección de que el temor de Dios es el principio de la sabiduría, proceden incapazmente y sin esperanza, dudando de la realidad de todo. Pueden adquirir una educación científica, pero a menos que obtengan un conocimiento de la Biblia y un conocimiento de Dios, no poseen la verdadera sabiduría. El iletrado, si conoce a Dios y a Jesucristo, tiene más sabiduría perdurable que el más instruido que desprecia la instrucción de Dios.—Comentario Bíblico Adventista 3:1174.
La verdadera sabiduría está por encima de la comprensión del sabio mundano. La sabiduría oculta, que es Cristo formado en lo íntimo, la esperanza de gloria, es una sabiduría excelsa como el cielo. Los profundos principios de la piedad son sublimes y eternos. Una íntima vida cristiana es lo único que puede ayudarnos a entender este problema y a obtener los tesoros de conocimiento que han estado ocultos en los consejos de Dios, pero que ahora son dados a conocer a todos los que tienen una relación vital con Cristo.—The Review and Herald, 18 de julio de 1899.Comentario Bíblico Adventista 6:1114.
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