domingo, 10 de septiembre de 2023

La bendición de las pruebas y la adversidad


“En el mundo tendréis aflicción” (Juan 16:33), dice Cristo, pero en mí tendréis paz. Las pruebas a las cuales son sometidos los cristianos en la tristeza, la adversidad y el oprobio, son los medios designados por Dios para separar el tamo del trigo. Nuestro orgullo, egoísmo, malas pasiones y amor de los placeres mundanales, deben ser todos vencidos; por lo tanto Dios nos manda aflicciones para probarnos, y mostrarnos que existen estos males en nuestro carácter. Debemos vencer por su fuerza y por su gracia, a fin de participar de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que está en el mundo por la concupiscencia. “Porque lo que al presente es momentáneo y leve de nuestra tribulación,—dice Pablo—nos obra un sobremanera alto y eterno peso de gloria; no mirando nosotros a las cosas que se ven, sino a las que no se ven: porque las cosas que se ven son temporales, mas las que no se ven son eternas.” 2 Corintios 4:17, 18. Las aflicciones, las cruces, las tentaciones, la adversidad y nuestras variadas pruebas, son los medios que emplea Dios para refinarnos, santificarnos y hacernos dignos de su alfolí celestial.

El daño hecho a la causa de Dios por las acciones prematuras no puede nunca repararse plenamente. En *** la causa de Dios no ha progresado como habría podido hacerlo, y no es apreciada por la gente como antes que se hiciese esa obra. Con frecuencia, hay entre nosotros personas cuya influencia parece ser simplemente un cero a la izquierda; su vida parece inútil; pero si se les permite que se vuelvan rebeldes y combativas, se truecan en celosos obreros de Satanás. Esta obra está más de acuerdo con los sentimientos del corazón natural. Es muy necesario el examen propio y la oración secreta. Dios ha prometido sabiduría a quienes se la pidan. A menudo emprenden la labor misionera quienes no están preparados para ella. Cultivan un celo exterior mientras descuidan la oración secreta. Cuando tal es el caso, se causa mucho daño, pues estos obreros procuran regir las conciencias de otros por sus propias normas. Necesitan mucho dominio propio. Las palabras apresuradas despiertan contienda. El Hno. S*** corre el peligro de ceder a un espíritu de crítica mordaz. Esto no cuadra en los ministros de justicia. Hno. S***, Vd. tiene mucho que aprender. Se ha sentido inclinado a echar la culpa de sus fracasos y desalientos sobre el Hno. W***; pero una detenida investigación de sus motivos y conducta revelaría que estos desalientos tienen otras causas que se hallan en Vd. mismo. Al seguir las inclinaciones de su corazón natural se reduce a la servidumbre. El espíritu severo y torturador que alberga a veces, cercena su influencia. Hermano mío, Vd. tiene que hacer para sí mismo una obra que ninguna otra persona puede hacer por Vd. Cada uno deberá dar cuenta de sí mismo a Dios. El nos ha dado su ley como espejo en el cual podemos descubrir los defectos de nuestro carácter. No hemos de mirar este espejo con el propósito de ver reflejados los defectos de nuestro vecino ni de observar si él llega a la altura de la norma, sino para ver nuestras imperfecciones a fin de eliminarlas. El conocimiento no es todo lo que necesitamos; debemos seguir la luz. No se nos deja elegir por nuestra cuenta, para obedecer lo que nos agrada y desobedecer cuando nos conviene más. La obediencia es mejor que el sacrificio.

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