jueves, 30 de noviembre de 2023

Se necesita firmeza


Hay en la iglesia algunos que necesitan aferrarse a las columnas de nuestra fe, asentarse y hallar roca firme para su fundamento en vez de flotar sobre la superficie de la emoción y moverse gracias a los impulsos. Hay en la iglesia dispépticos espirituales. Se han convertido en inválidos y su debilidad espiritual es el resultado de su propia conducta vacilante. Son arrastrados de un lado a otro por los variables vientos de doctrina, y con frecuencia se ven confundidos y sumidos en la incertidumbre porque se dejan llevar enteramente por los sentimientos. Son cristianos ávidos de sensaciones y que siempre tienen hambre de algo nuevo y distinto. Las doctrinas extrañas confunden su fe, y son inútiles para la causa de la verdad.

Dios llama a hombres y mujeres estables, de propósito firme, en quienes se pueda fiar en momentos de peligro y de prueba, que estén tan firmemente arraigados y fundados en la verdad como las rocas eternas, que no puedan ser agitados a diestra o siniestra, sino que avancen constantemente y estén siempre del lado del bien. Hay personas a quienes, en tiempo de peligro para la fe, se las puede hallar casi siempre en las filas del enemigo. Si ejercen influencia es para el mal. No se sienten bajo la obligación moral de dar toda su fuerza a la verdad que profesan. Los tales serán recompensados según sus obras. Los que hacen poco para el Salvador en la salvación de las almas y para conservar su integridad delante de Dios, obtendrán tan sólo poca fibra espiritual. Necesitamos emplear continuamente la fuerza que tenemos para que ésta se desarrolle y aumente. Como la enfermedad es el resultado de la violación de las leyes naturales, la decadencia espiritual es el resultado de una continua transgresión de la ley de Dios. Sin embargo, los mismos transgresores pueden profesar que guardan todos los mandamientos del Señor. Debemos acercarnos más a Dios, ponernos en más íntima relación con el cielo y llevar a cabo los principios de la ley en las menores acciones de nuestra vida diaria a fin de ser espiritualmente sanos. Dios ha dado a sus siervos capacidad y talentos que han de emplearse para su gloria y no ser relegados a la inactividad o malgastados. Les ha dado la luz y el conocimiento de su voluntad para que los comuniquen a otros; y al impartirlos llegarán a ser conductos de luz. Si no ejercemos nuestra fuerza espiritual, nos debilitamos, como los miembros del cuerpo se inutilizan cuando el inválido está obligado a permanecer mucho tiempo inactivo. Es el uso lo que da poder.

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