Dios desea dar a su pueblo el refrigerio del Espíritu Santo, bautizándolo nuevamente en su amor. La falta de poder espiritual no tiene razón de ser en la iglesia. Después de la ascensión de Cristo, el Espíritu Santo bajó sobre los discípulos que esperaban, oraban y creían, con una plenitud y poder que llenó todos los corazones. En lo porvenir, toda la tierra debe ser iluminada con la gloria de Dios. Los que habrán sido santificados por la verdad ejercerán sobre el mundo una santa influencia; una atmósfera de gracia rodeará el mundo. El Espíritu Santo obrará en los corazones, tomando las cosas de Dios y revelándolas a los hombres.
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Introducir la verdad en ciertos lugares, y luego carecer de valor, energía y tacto para llevar el asunto adelante, es un gran error; porque se abandona la obra sin hacer el esfuerzo cabal y perseverante que es positivamente esencial en tales lugares. Si las cosas van mal y se levanta oposición, se produce una cobarde retirada, en vez de huir a Dios con ayuno y oración y lloro, y aferrarse por la fe a la Fuente de luz, poder y fuerza hasta que se disipen las nubes y las tinieblas. La fe se fortalece al entrar en conflicto con las dudas y las influencias opositoras. La experiencia adquirida en estas pruebas es de más valor que las joyas más costosas.
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