Polonia sigue intentando defender sus raíces cristianas y la herencia de la fe en la sociedad, entre ella el domingo como día festivo dedicado a Dios y al descanso.
Frente a los envites por un lado de la ideología consumista y por otro del laicismo ateo, el Congreso polaco aprobó el pasado viernes blindar el domingo, impidiendo que las tiendas puedan abrir para así defender el descanso de los trabajadores, para que puedan pasar más tiempo con sus familias.
Al igual que está ocurriendo en otros países occidentales, la defensa del domingo está produciendo extrañas alianzas. En Polonia los sindicatos lanzaron esta propuesta, que fue muy bien acogida por el partido de gobierno Ley y Justicia, de carácter conservador, y por la propia Iglesia Católica, que dio la bienvenida a una iniciativa que mantenga el domingo como día sagrado.
Ha sido aprobado con holgura
En la votación del pasado viernes, 254 diputados votaron a favor de cerrar las tiendas los domingos, mientras que 156 se opusieron y 23 decidieron abstenerse. Las compras dominicales serán prohibidas totalmente en 2020, hasta entonces la medida se irá implementando paulatinamente. En 2018 sólo podrán abrir los primeros y últimos domingos de mes; en 2019 ya tan sólo será el último. Y en 2020 todos los domingos serán festivos para los trabajadores, salvo una pequeña excepción por la cual se permitirá abrir el domingo anterior a grandes fiestas como la Navidad o la Semana Santa, así como el último domingo de enero, abril, junio y agosto. Las panaderías y las tiendas online estarán exentas de esta prohibición.
Tras su aprobación en el Congreso, pasará al Senado que deberá ratificarla antes de que sea firmada por el presidente Andrzej Duda.
En un comunicado, la Conferencia Episcopal de Polonia se felicitaba de iniciativas como esta pero afirmaba que se había quedado corta puesto que todos los domingos deberían ser días de descanso para los polacos.
Alemania, con el domingo blindado
Este movimiento en defensa del domingo se está produciendo en varios países europeos.En Francia por ejemplo, los grandes sindicatos de izquierda están promoviendo campañas de publicidad para defender el descanso dominical, buscando como aliados a los católicos y la sacralidad del domingo.
Por su parte, en Alemania siguen aguantando las presiones. Este país puntero en productividad y motor económico de Europa, no se trabaja el domingo porque así lo decreta la propia Constitución.
El artículo 139 de la Constitución alemana establece que “el domingo y los días reconocidos oficialmente quedarán protegidos por ley como días de descanso laboral y de recogimiento espiritual”. Un texto redactado esencialmente por los democristianos tras la etapa nazi y con un país en plena reconstrucción. Esta protección constitucional del domingo provoca que pasear por una ciudad alemana en este día sea ver los cárteles de cerrado en todos los negocios. El domingo es realmente un día de ocio y descanso en este país. Luego cada lander es el que regula las excepciones.
Un debate también abierto en España desde hace años
Este debate sobre el domingo también ha estado presente en los últimos años en España e incluso varios obispos se han manifestado al respecto tras las iniciativas de diferentes gobiernos autonómicos, aunque con bastante poco éxito de momento.
Durante una Eucaristía retransmitida en La 2 de Televisión Española en 2012, el obispo de Alcalá, monseñor Reig Plá, defendía que los domingos “son días de fiesta y de liberación, son para el Señor, para la familia, para visitar a los enfermos, para el descanso”. Y por ello, recordaba que “todos los horarios de trabajo tienen que ser compatibles con la vida familiar y y con la santificación de los días festivos y el domingo”.
En 2014, el actual arzobispo de Zaragoza, entonces en Santander, monseñor Vicente Jiménez, dedicaba una carta pastoral entera a este asunto. A pesar de las “presiones económicas, políticas y de la liberación de horarios comerciales”, los poderes públicos “deben asegurar a los ciudadanos” un tiempo destinado al descanso, porque el hombre no está hecho “sólo para trabajar, sino también para descansar”, aseguraba.
Este obispo consideraba que una mentalidad que “reduce al hombre a pura “economía” se puede preguntar: “¿Cuánto nos cuesta el domingo?” Esta pregunta -agrega- es ya, en sí misma, “un ataque decisivo” a esta jornada de descanso, pues el domingo es precisamente, domingo, porque “no cuesta nada y no aporta nada en sentido económico”. Tiene el “valor de la gratuidad”, que es “fundamental” en la vida; ya que “lo que más vale siempre es gratuito”, precisa.
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