"Si yo no hubiese hecho entre ellos obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; pero ahora han aborrecido a mí y a mi Padre. "Juan 15: 24.
Todos los milagros que Jesús realizó fueron para bendecir a los que los dirigentes judíos abandonaban, despreciaban y no querían ayudar. Fue amado [por la gente común] porque era el Restaurador, el gran Médico. Todos sus beneficios eran luz del cielo. Mediante todas sus buenas obras trató de inducirlos a aceptarlo como su Salvador personal. Su vida era fragante, con sabor de vida para vida. Trajo la luz del sol al corazón y al hogar. Acudían a él afligidos, y se iban alegres, con himnos de alabanza. Se ofreció a sí mismo para que ellos le dieran un hogar en sus corazones.
Pero ellos [los dirigentes judíos] no lo querían recibir. Mientras pretendían guardar la ley, la invalidaban mediante sus acciones. Aunque tenían ojos, no veían debido a la ignorancia que había en ellos por la dureza de su corazón. La impureza de sus corazones, las costumbres contaminadoras de sus vidas, su egoísmo, su envidia, sus celos, sus malas sospechas, su transgresión de la ley de Dios mientras pretendían guardarla, continuamente daban testimonio de su carácter. Al árbol se lo conoce por sus frutos. Cristo desenmascaró su verdadero carácter. Declaró que estaban "enseñando como doctrinas mandamientos de hombres" (Mar. 7: 7). Además dijo: "Ignoráis las Escrituras, y el poder de Dios" (Mar. 12: 24).
"Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios" (Mat. 5: 8). ¿Cómo podrían ver a Dios? Tal como Enoc lo vio. Tenían el privilegio de andar y hablar con Dios. Enoc vivió por fe en la presencia de Dios por trescientos años. Por fe vio la fe de Jesús. Gozó de su favor especial. Los sacerdotes y dirigentes necesitaban precisamente una experiencia como la de Enoc. Necesitaban la permanente sensación de la presencia de Dios. ¡Oh, qué riquezas de gracia anhelaba derramar el Señor sobre el pueblo elegido! Este anhelo está representado mediante la invitación a la cena preparada para ellos: "Todo está dispuesto: venid" (Mat. 22: 4) ( Manuscrito 96 , del 23 de septiembre de 1897, "Los judíos rechazan a Cristo").
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