"En Jehová se gloriará mi alma; lo oirán los mansos, y se alegrarán." Sal. 34: 2.
Cuando ustedes trabajan por la salvación de las almas y los pecadores se convencen de sus pecados y ustedes tienen evidencias de que Cristo se ha compadecido de ellos, que ha surgido una nueva esperanza en sus corazones, no es correcto decir: "Oramos por él, entregó su corazón a Dios y se salvó". Esto es engañoso. Tienen el privilegio de decir solemne, seria y alegremente: "Creo que Jesucristo le ha perdonado sus pecados". Animen a cada alma a albergar esperanza y fe, pero jamás. . . digan de nadie: "Es salvo". . .
Debemos ejercer una paciencia tierna y piadosa por los que yerran, para traer de vuelta a la oveja descarriada. Tenemos un ejemplo de esto en la forma como trató Cristo a Pedro cuando negó a su Señor con maldiciones y juramentos. Pedro creía que era fuerte. Dijo: "Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? Mi vida pondré por ti" (Juan 13: 37). Pero Jesús le contestó: "De cierto te digo que tú, hoy, en esta noche, antes que el gallo haya cantado dos veces, me negarás tres veces" (Mar. 14: 30). Pero Pedro "con mayor insistencia decía: Si me fuere necesario morir contigo, no te negaré" (Vers. 31).
No es prudente vanagloriarse. Pedro cayó porque ignoraba su propia debilidad. . . El Señor le dijo a Pedro: "Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos" (Luc. 22: 31, 32).
Si se le hubiera permitido a Satanás que hiciera las cosas a su manera, no habría habido esperanza para Pedro. Su fe habría naufragado por completo. Si Pedro hubiera procurado la ayuda divina con fervor y humildad, si hubiera estado escudriñando su propio corazón sin que nadie lo supiera, no habría sido zarandeado ni probado. Satanás no puede vencer al que humildemente aprende de Cristo y camina con oración delante del Señor. "Porque vendrá el enemigo como río, mas el Espíritu de Jehová levantará bandera"," en favor de él y contra el enemigo (Isa. 59: 19). Cristo se interpone como refugio, como lugar de retiro, y el enemigo no lo puede vencer ( Manuscrito 109 , del 8 de septiembre de 1898, "La caída y la restauración de Pedro").
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