"Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados." 1 Juan 2: 28.
Muchos piensan que algún día serán cristianos, pero no se quieren decidir ahora. . . No sólo están perdiendo mucho ustedes mismos al dedicar al enemigo la mayor parte de su vida, sino que están criando a sus hijos mientras descuidan las cosas eternas. Todo el ejemplo que ustedes les dan, va en mala dirección. Su descuido los está privando precisamente del conocimiento que Dios considera es deber de ustedes darles para que puedan aprender a amar, reverenciar y obedecer los requerimientos de Dios. Esto debiera ser objeto de seria meditación.
Sus hijitos son ágiles mentalmente y observan a los adultos. Les están modelando la mente para que piensen y obren como ustedes, es decir, que no doblen sus rodillas ante el Soberano del universo porque ustedes no lo hacen. Ya es suficientemente malo y terrible verificar que ustedes están perdiendo su propia alma, a menos que se entreguen a Dios, y que no están entrando por la puerta de la salvación, pero más terrible aún es pensar que le están impidiendo la entrada a sus hijos. . . Olviden por un momento todo lo que tiene que ver con su propia dignidad yposición social, y comiencen delante de sus hijos como alumnos en la escuela de Cristo. Confiesen que se han equivocado al no reconocer que son hijos de Dios. Díganles que desean como familia comenzar ahora mismo a vivir para Dios, y entonces lean la Palabra y oren con sus hijos. . .
Sólo en Jesús van a encontrar tranquilidad y paz. El mundo, sus máximas y costumbres, engendran innumerables sufrimientos. Muchos sufren porque no pueden satisfacer sus deseos. Se cargan a sí mismos de deseos insatisfechos. Con una conciencia culpable, que no está de acuerdo con Dios, con el temor al desagrado y la ira de Dios, viven en constante ansiedad. El sufrimiento no da consuelo celestial. Se teme el castigo. . . ¿Quieren que ésa sea la condición de ustedes? . . .
Se pagó un rescate por las almas, un sacrificio infinito: Un Monarca que sufrió por sus súbditos rebeldes para que pudieran escapar del pecado, la corrupción y la miseria. Todos podrán recibir perdón y pureza del cielo gracias a la gran condescendencia del Hijo de Dios. . . ( Carta 26 , del 12 de septiembre de 1879, un testimonio personal a un esposo y su esposa).
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