sábado, 5 de enero de 2013

Nuestra Elevada Vocación.Elena G. de White



BENDICIONES ALENTADORAS


¡Cuán grande es tu bien, que has guardado para los que te temen, que has obrado para los que esperan en ti, delante de los hijos de los hombres!
Salmos 31:19.


Dios derrama sus bendiciones a lo largo de todo nuestro camino, para alegrar nuestro viaje e inducir a nuestros corazones a amarlo y alabarlo; y él desea que extraigamos agua de la fuente de la salvación para refrescar nuestros corazones. Podemos cantar los cánticos de Sión, podemos regocijar nuestros corazones, y podemos alegrar los corazones de otros; la esperanza debe fortalecerse, y la oscuridad debe tornarse en luz. Dios no nos ha dejado en un mundo tenebroso—como peregrinos y extranjeros que buscan un país mejor, el país celestial—sin darnos preciosas promesas para aliviar toda carga. Los bordes de nuestro sendero están sembrados con hermosas flores de promesa. Florecen a todo nuestro alrededor, esparciendo por el ambiente rica fragancia.—Carta 27, 1886.

Cuántas bendiciones perdemos porque pasamos por alto las bendiciones que recibimos diariamente, mientras nos lamentamos por aquello que no tenemos. Olvidamos y desestimamos las mercedes corrientes que abundan en nuestro camino. Podemos aprender lecciones de las cosas humildes que Dios ha puesto en la naturaleza. La flor que medra en la oscuridad y en los lugares humildes, responde a todos los rayos de luz que puede obtener, y extiende sus hojas. El pájaro enjaulado canta en su prisión en el cuarto sin sol, como si estuviera en una morada asoleada. Dios sabe si nosotros haremos un uso sabio de sus bendiciones; nunca nos las dará para que abusemos de ellas. Dios ama el corazón agradecido, que confía implícitamente en sus palabras de promesa, obteniendo consuelo, esperanza y paz de ellas; y él nos revelará todavía mayores profundidades de su amor.—The Review and Herald, 12 de abril de 1887.

Si alabáramos el santo nombre de Dios como debiéramos hacerlo, la llama del amor se encendería en muchos corazones. ... La alabanza de Dios debiera estar continuamente en nuestros corazones y nuestros labios. Esta es la mejor manera de resistir a la tentación de seguir una conducta ociosa y frívola.—Carta 42, 1900.


El Señor quiera que elevemos nuestra vida y seamos agradecidos a él porque hay un cielo, y porque Jesús está preparando mansiones para nosotros. ... Alabemos a Dios, de quien proceden todas las bendiciones. Apropiémonos mediante una fe viva de las ricas promesas de Dios, y seamos agradecidos desde la mañana hasta la noche.—The Review and Herald, 12 de abril de 1887.

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