martes, 9 de julio de 2013

Nuestra Elevada Vocación.

¿Una maldición o una bendición?
No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompe, y donde ladrones minan y hurtan. Mateo 6:19.
Los tesoros son esas cosas que acaparan la mente y absorben la atención, con la exclusión de Dios y de la verdad. El amor al dinero, ... era la pasión dominante en el tiempo de los judíos. ... Nuestro Salvador dejó una decidida advertencia contra la acumulación de los tesoros terrenos.
Todas las clases de negocios, y todos los empleos, están bajo la vista de Dios, y a cada cristiano se le ha dado habilidad para hacer algo en la causa del Maestro. Ya sea que estén ocupados en los negocios, en el campo, en el almacén, o en la oficina, los hombres serán tenidos por responsables delante de Dios, por el sabio y honesto empleo de sus talentos. Son tan responsables delante de Dios por sus trabajos, como el ministro que predica y adoctrina, lo es por el suyo.
La propiedad que se atesore aquí en la tierra resultará únicamente una maldición, pero si se la dedica a edificar la causa de la verdad, para que Dios pueda ser honrado, y para que las almas puedan ser salvadas, no resultará una maldición, sino una bendición. Los recursos son necesarios para el fomento de toda buena causa; y así como algunos hombres han sido dotados con más habilidad para adquirir riquezas que otros, debieran poner sus talentos en manos de los banqueros, para que el Señor pueda recibir lo suyo con intereses cuando vuelva.
A quellos que están listos y dispuestos a invertir en la causa de Dios, serán bendecidos en sus esfuerzos por adquirir más dinero. Dios creó la fuente de las riquezas. El dió el sol, el rocío y la lluvia, y hace que florezca la vegetación. El bendijo a los hombres con aptitudes mentales y físicas, y él los capacitó para adquirir propiedades, a fin de que su causa pudiese ser sostenida por sus hijos profesos. Estamos rodeados por los necesitados, y Dios es glorificado cuando los pobres y los afligidos son ayudados y consolados. No es pecado adquirir y mantener propiedades como mayordomos de Dios, conservándolas únicamente hasta que él las pida para ser utilizadas en las necesidades de su obra.—The Review and Herald, 18 de septiembre de 1888.
Siempre debemos acordarnos de que somos socios con Dios. Su obra y su causa exigen la primera consideración.—Manuscrito 13, 1896.

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