domingo, 4 de agosto de 2013

Nuestra Elevada Vocación.

“Casi la excelencia de los ángeles”

No obstante, proseguirá el justo su camino, y el limpio de manos aumentará la fuerza. Job 17:9.

Dios ha confiado a cada hombre talentos que han de ser sabiamente aprovechados. Si se los emplea correctamente esos talentos reflejarán la gloria del Dador. Pero los dones más preciosos de Dios pueden ser pervertidos, y convertirse así en una maldición más bien que en una bendición.

El Señor le ha dado al hombre capacidad para mejorar continuamente, y le ha concedido toda ayuda posible en el trabajo. Mediante las provisiones de la gracia divina, podemos alcanzar casi la excelencia de los ángeles. ¿Qué podrá decirse de aquellos que, habiendo tenido muchos años de experiencia en la verdad y muchas preciosas ventajas para el crecimiento en la gracia, todavía se inclinan hacia el mundo y encuentran placer en sus diversiones y exhibiciones? En lugar de avanzar de fortaleza en fortaleza, están alejándose de Dios poco a poco y perdiendo su vida espiritual.

El talento nunca puede tomar el lugar de la piedad. Tampoco el aplauso de los hombres puede recomendarnos al favor de Dios. Lo que necesitan la mayor parte de los cristianos es una genuina conversión. Si el corazón es recto, las acciones serán correctas. Una influencia terrena y envilecedora señala el carácter y la vida de aquellos cuyos corazones no resplandecen con el fuego de la verdadera piedad. Demasiados profesan ser seguidores de Cristo, y se sienten en libertad de seguir sus propios juicios, y de gratificar los deseos de sus corazones. El que quiere avanzar en la vida cristiana debe poner sus manos y su corazón a la obra. Los amigos deben exhortar y aconsejar, estimular hacia adelante y hacia arriba; el cielo puede derramar sus bendiciones más escogidas sobre ellos; pueden recibir toda asistencia posible en todas las cosas, y sin embargo todo puede ser en vano, a menos que realicen esfuerzos sinceros para ayudarse a sí mismos. Ellos mismos deben iniciar la lucha contra el pecado y Satanás, o fracasarán en la obtención de la vida eterna.—The Review and Herald, 20 de junio de 1882.

La religión pura conduce a su poseedor siempre hacia arriba, inspirándolo con nobles propósitos, y enseñándole a comportarse debidamente e impartiendo dignidad a toda acción.—Ibid.

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