viernes, 9 de agosto de 2013

Nuestra Elevada Vocación.

Elena G. de White
Meditaciones para cada día del año

Meditación y trabajo diligente

En el cuidado no perezosos; ardientes en espíritu; sirviendo al Señor. Romanos 12:11.

Hay muchos que se encuentran absorbidos por empresas mundanales, y no le conceden al Señor esa devoción que es indispensable para el progreso espiritual. Someten a un esfuerzo máximo el cerebro, los huesos y los músculos, y ponen sobre sí cargas que los conducen a olvidar a Dios. No ejercitan tanto sus facultades espirituales como las físicas, y cada día están en el lado que produce pérdidas, haciéndose cada día más pobres en las riquezas celestiales.

Hay otra clase que recibe pérdidas porque son indolentes y emplean sus facultades para agradarse a sí mismos, en usar sus lenguas y en dejar que sus músculos se atrofien en la inacción. Desperdician sus oportunidades en la inacción y no glorifican a Dios.

Cada uno de nosotros tiene algo que hacer en este mundo. El Señor viene, y nuestra espera no debe ser un tiempo de ociosa expectación sino de trabajo vigilante. No debemos emplear todo nuestro tiempo en meditación y oración, tampoco debemos empujar y apresurarnos y trabajar como si se requiriera esto de nosotros a fin de obtener el cielo, mientras descuidamos dedicar tiempo al cultivo de la piedad personal. Debe haber una combinación de meditación y de trabajo diligente. Como Dios lo ha expresado en su Palabra, debiéramos ser “en el cuidado no perezosos; ardientes en espíritu; sirviendo al Señor”. Las actividades del mundo no deben desplazar el servicio del Señor. El alma necesita la riqueza de la gracia de Dios, y el cuerpo necesita ejercicio físico, a fin de realizar la obra que debe hacerse para la promulgación del Evangelio de Cristo.

Los padres debieran enseñar a sus hijos que el Señor quiere que sean obreros diligentes, y no ociosos en su vida. ... Cada uno debe desempeñar su parte en la gran obra por la humanidad. ... Así no se descuidará la lámpara del alma, si se dedica tiempo a la investigación de las Escrituras y a la oración. La tarea que ha sido designada debe hacerse, y la lámpara del alma debe mantenerse llena y brillando.—Carta 62, 1894, pp. 7-9.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Confiadas palabras de despedida

[Del último mensaje directo de la Sra. Elena G. de White a la iglesia] No espero vivir mucho. Mi obra est...