Los padres confían generalmente demasiado en sus hijos; y sucede con frecuencia que, cuando los padres confían en ellos, estos hijos están sumidos en iniquidad oculta. Padres, velad sobre vuestros hijos con cuidado celoso. Exhortadlos, reprendedlos, aconsejadlos cuando os levantáis y cuando os sentáis; cuando salís y cuando entráis; “mandamiento tras mandamiento, ... línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito allá.” Isaías 28:10. Subyugad a vuestros hijos cuando son jóvenes. Muchos padres descuidan esto lamentablemente. No asumen una actitud tan firme y decidida como debieran asumirla con respecto a sus hijos. Les permiten ser como el mundo, amar la ostentación de la vestimenta y asociarse con los de influencia venenosa porque odian la verdad. Al obrar así, estimulan en sus hijos una disposición mundanal.
Vi que debe ser siempre un principio fijo para los padres cristianos mantenerse unidos en el gobierno de sus hijos. Algunos padres fallan al respecto; les falta unión. El defecto se advierte a veces en el padre, pero con más frecuencia en la madre. La madre cariñosa mima a sus hijos. El trabajo del padre le obliga a menudo a ausentarse de la casa y de la sociedad de sus hijos. La influencia de la madre se hace sentir. Su ejemplo contribuye mucho a formar el carácter de los hijos. Algunas madres cariñosas les permiten a sus hijos costumbres que no debieran ser toleradas por un momento. A veces se le ocultan al padre las faltas de los hijos. La madre concede ciertas prendas de vestir o algunas otras complacencias, con el entendimiento de que el padre no sabrá nada de ello; porque él reprendería tales cosas. Con esto se les enseña eficazmente a los niños una lección de engaño. Luego, si el padre descubre estas faltas, se presentan excusas, pero se dicen medias verdades. La madre no es franca. No considera debidamente que el padre tiene el mismo interés que ella en los hijos, y que no debiera dejarle ignorar los males o debilidades que se les debiera corregir mientras son jóvenes. Se ocultan las cosas. Los hijos conocen la falta de unión que hay entre los padres, y ello tiene su efecto. Los hijos empiezan desde muy jóvenes a engañar y a encubrir tanto a su padre como a su madre las cosas y presentarlas con matices muy diferentes de los verdaderos. La exageración se vuelve un hábito, y se llega a contar mentiras abiertas con pocos remordimientos de conciencia. Estos males se iniciaron cuando la madre ocultó las cosas al padre, que tiene igual interés que ella en el desarrollo del carácter de sus hijos. El padre debiera haber sido consultado libremente. Debiera habérsele revelado todo. Pero la conducta opuesta, seguida para ocultar los yerros de los hijos, estimula en ellos una disposición a engañar y falta de veracidad y sinceridad. La única esperanza de estos hijos, sea que profesen la religión o no, consiste en que sean cabalmente convertidos. Todo su carácter debe cambiar. Madre irreflexiva, ¿piensa Vd., mientras enseña a sus hijos, en que toda la experiencia religiosa de éstos queda afectada por lo que se les enseña cuando jóvenes? Subyúguelos cuando jóvenes; enséñeles a someterse a Vd., y tanto más fácilmente aprenderán a obedecer a los requerimientos de Dios. Estimule en ellos una disposición veraz y sincera. No les dé nunca ocasión de dudar de su sinceridad y estricta veracidad. Vi que los jóvenes profesan creer en el poder salvador de Dios, pero no gozan de él. Carecen de religión, carecen de la salvación. Y, ¡cuántas palabras sin provecho pronuncian! Se lleva un registro fiel de ellas, pues los mortales serán juzgados de acuerdo con los actos cometidos por el cuerpo. Jóvenes amigos, vuestras acciones y vuestras palabras ociosas quedan escritas en el Libro. Vuestra conversación no ha versado sobre cosas eternas, sino sobre éste, aquel o el otro asunto común y mundano, al que no debieran dedicarse los cristianos. Todo queda escrito en el Libro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario