El pecado de esta era consiste en despreciar los mandamientos expresos de Dios. El poder de la mala influencia es muy grande. Eva tenía todo lo que necesitaba. No le faltaba nada para ser feliz; pero su apetito intemperante deseó el fruto del único árbol que Dios le había prohibido. No necesitaba del fruto del árbol del conocimiento, pero permitió que su apetito y curiosidad dominasen su razón. Estaba perfectamente feliz en su hogar en el Edén, al lado de su esposo, mas, como las inquietas Evas modernas, se hizo la ilusión de que había una esfera superior a la que Dios le había asignado. Pero cuando quiso alcanzar una posición más elevada que la original, cayó mucho más abajo. Este será, por cierto, el resultado que las Evas de la generación presente obtendrán si descuidan la alegre atención de sus deberes diarios de acuerdo con el plan de Dios.
Hay para las mujeres un trabajo que es aún más importante y elevador que los deberes del rey en su trono. Pueden amoldar la mente de sus hijos y formar su carácter de manera que sean útiles en este mundo y puedan llegar a ser hijos e hijas de Dios. Deben considerar su tiempo demasiado valioso para pasarlo en la sala de bailes o en trabajos inútiles. Hay bastante trabajo necesario e importante que hacer en este mundo necesitado y doliente, sin malgastar momentos preciosos en los adornos o la ostentación. Las hijas del Rey celestial, miembros de la familia real, sentirán el peso de la responsabilidad que significa alcanzar una vida superior, para llegar a estar en íntima comunión con el cielo y trabajar al unísono con el Redentor del mundo. Las que se dedican a este trabajo no estarán satisfechas con las modas e insensateces que absorben la mente y los afectos de las mujeres de estos postreros días. Si son verdaderamente hijas de Dios, participarán de la naturaleza divina. Al ver las influencias corruptoras de la sociedad, se sentirán movidas de la más profunda compasión, como su divino Redentor. Simpatizarán con Cristo, y en su esfera, según su capacidad y oportunidades, trabajarán para salvar a las almas que perecen, como Cristo trabajó en su exaltada esfera en beneficio del hombre. Si la mujer es negligente en seguir el plan que Dios tenía al crearla, y se esfuerza por alcanzar puestos importantes para los cuales él no la capacitó, dejará vacante el lugar que podría ocupar aceptablemente. Al salir de su esfera, pierde la verdadera dignidad y nobleza femeninas. Cuando Dios creó a Eva, quiso que no fuese ni inferior ni superior al hombre, sino que en todo fuese su igual. La santa pareja no debía tener intereses independientes; sin embargo, cada uno poseía individualidad para pensar y obrar. Pero después del pecado de Eva, como ella fué la primera en desobedecer, el Señor le dijo que Adán dominaría sobre ella. Debía estar sujeta a su esposo, y esto era parte de la maldición. En muchos casos, esta maldición ha hecho muy penosa la suerte de la mujer, y ha transformado su vida en una carga. Ejerciendo un poder arbitrario, el hombre ha abusado en muchos respectos de la superioridad que Dios le dió. La sabiduría infinita ideó el plan de la redención que sometió a la especie humana a una segunda prueba, dándole una nueva oportunidad.
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