martes, 31 de octubre de 2023

Una advertencia a los ministros


Satanás emplea a los hombres como agentes suyos para inducir a la presunción a los que aman a Dios. Ello es especialmente cierto en el caso de los que son seducidos por el espiritismo. Los espiritistas en general no aceptan a Cristo como Hijo de Dios, y por su incredulidad conducen a muchas almas a pecados de presunción. Hasta aseveran ser superiores a Cristo, como lo aseveró Satanás al contender con el Príncipe de la vida. Hay espiritistas de conciencia cauterizada, cuyas almas están impregnadas de pecados repugnantes, que se atreven a tomar el nombre del inmaculado Hijo de Dios en sus labios contaminados, y con blasfemia unen su nombre excelso con la vileza que señala su propia naturaleza mancillada.

Los hombres que presentan estas condenables herejías desafían a los que enseñan la Palabra de Dios a que entren en controversia con ellos, y algunos de los que enseñan la verdad no han tenido el valor de rechazar un desafío de esta clase por parte de personas cuyo carácter está señalado en la Palabra de Dios. Algunos de nuestros ministros no han tenido el valor moral de decir a estos hombres: Dios nos ha amonestado en su Palabra respecto de vosotros. Nos ha dado una fiel descripción de vuestro carácter y de las herejías que sostenéis. Algunos de nuestros ministros, antes que dar a esta clase de hombres ocasión de triunfar o de acusarlos de cobardía, les han hecho frente en discusión abierta. Pero al discutir con los espiritistas, no hacen frente al hombre solamente, sino a Satanás y sus ángeles. Se ponen en comunicación con las potestades de las tinieblas, y alientan a los malos ángeles que están en su derredor. Los espiritistas desean dar publicidad a sus herejías, y los ministros que defienden la verdad bíblica les ayudan en ello cuando consienten en entrar en discusión con ellos. Aprovechan esas oportunidades para presentar sus herejías al pueblo, y en toda discusión que se sostenga con ellos algunos serán engañados. La mejor conducta que podamos seguir consiste en evitarlos.

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La presunción es una tentación común, y cuando Satanás asalta a los hombres con ella, obtiene la victoria nueve veces de cada diez. Los que profesan seguir a Cristo y aseveran por su fe hallarse en guerra contra todo lo malo de su naturaleza, se precipitan con frecuencia irreflexivamente en tentaciones de las cuales sólo un milagro podría sacarlos sin contaminación. La meditación y la oración los habría preservado e inducido a rehuir la posición crítica y peligrosa en la cual se colocaron cuando dieron a Satanás ventaja sobre ellos. Las promesas de Dios no están destinadas a que nosotros apelemos a ellas temerariamente mientras nos precipitamos al peligro, violando las leyes de la naturaleza y despreciando la prudencia y el juicio con que Dios nos ha dotado. Esta es la más flagrante presunción.

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