jueves, 2 de noviembre de 2023

La intemperancia en el comer

La intemperancia en el comer, aunque se trate de alimentos de la debida calidad, tendrá una influencia agotadora sobre el organismo y embotará las emociones más sensibles y santas. La temperancia estricta en el comer y beber es altamente esencial para la sana conservación y el ejercicio vigoroso de todas las funciones del cuerpo. Los hábitos estrictamente temperantes, combinados con el ejercicio de los músculos tanto como de la mente, conservarán el vigor mental y físico y darán fuerza y resistencia a los que se dedican al ministerio, a los redactores y a todos los demás cuyos hábitos sean sedentarios. Como pueblo, a pesar de que profesamos practicar la reforma pro salud, comemos demasiado. La complacencia del apetito es la causa más importante de la debilidad física y mental y es el cimiento de la flaqueza que se nota por doquiera.

La intemperancia comienza en nuestras mesas, por el consumo de alimentos malsanos. Después de un tiempo, por la complacencia continua del apetito, los órganos digestivos se debilitan y el alimento ingerido no satisface. Se establecen condiciones malsanas y se anhela ingerir alimentos más estimulantes. El té, el café y la carne producen un efecto inmediato. Bajo la influencia de estos venenos, el sistema nervioso se excita y, en algunos casos, el intelecto parece vigorizado momentáneamente y la imaginación resulta más vívida. Por el hecho de que estos estimulantes producen resultados pasajeros tan agradables, muchos piensan que los necesitan realmente y continúan consumiéndolos. Pero siempre hay una reacción. El sistema nervioso, habiendo sido estimulado indebidamente, obtuvo fuerzas de las reservas para su empleo inmediato. Todo este pasajero fortalecimiento del organismo va seguido de una depresión. En la misma proporción en que estos estimulantes vigorizan temporalmente el organismo, se producirá una pérdida de fuerzas de los órganos excitados después que el estímulo pasa. El apetito se acostumbra a desear algo más fuerte, lo cual tenderá a aumentar la sensación agradable, hasta que satisfacerlo llega a ser un hábito y de continuo se desean estimulantes más fuertes, como el tabaco, los vinos y licores. Cuanto más se complazca el apetito, tanto más frecuentes serán sus demandas, y más difícil dominarlo. Cuanto más se debilite el organismo y menos pueda pasarlo sin estimulantes antinaturales, tanto más aumentará la pasión por esas cosas, hasta que la voluntad quede avasallada y no tenga ya fuerza para negarse a satisfacer el deseo malsano.

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