Examinadlo todo; retened lo bueno. Absteneos de toda forma de mal. 1 Tesalonicenses 5: 21-22_ Espacio de análisis de los acontecimientos actuales relacionados con la profecía bíblica
domingo, 7 de enero de 2024
El carácter sagrado de los votos
La
breve pero terrible historia de Ananías y Safira ha sido registrada por
la pluma inspirada para beneficio de todos los que profesan seguir a
Cristo. Esta lección importante no ha pesado lo suficiente en la mente
de nuestro pueblo. Será provechoso para todos considerar reflexivamente
la naturaleza de la grave ofensa por la cual aquellos culpables
recibieron un castigo ejemplar. Esta señalada evidencia de la justicia
retributiva de Dios es terrible, y debe inducir a todos a temer repetir
el pecado que produjera semejante castigo. El egoísmo era el gran pecado
que había torcido el carácter de esa pareja culpable.
Juntamente
con otros, Ananías y su esposa Safira habían tenido el privilegio de
oír el Evangelio predicado por los apóstoles. El poder de Dios
acompañaba la palabra hablada, y una profunda convicción se apoderó de
todos los presentes. La influencia enternecedora de la gracia de Dios
los indujo, en su corazón, a renunciar a su egoísta posesión de bienes
terrenales. Mientras se hallaban bajo la influencia directa del Espíritu
de Dios hicieron la promesa de dar al Señor ciertas tierras; pero
cuando ya no estaban bajo esa influencia celestial, la impresión era
menos fuerte y empezaron a dudar y a rehuir el cumplimiento de la
promesa que habían hecho. Pensaron que se habían apresurado demasiado y
desearon reconsiderar el asunto. Así abrieron una puerta por la cual
Satanás entró en seguida, y obtuvo el dominio de su mente.
Este
caso debe ser una advertencia a todos para que se guarden contra el
primer ataque de Satanás. Primero albergaron la codicia. Luego,
avergonzados de que sus hermanos supiesen que su alma egoísta lloraba lo
que habían dedicado y prometido solemnemente a Dios, practicaron el
engaño. Hablaron del
asunto entre sí, y deliberadamente decidieron retener una parte del
precio de la tierra. Cuando se los convenció de su mentira, su castigo
fué la muerte instantánea. Sabían que el Señor a quien habían defraudado
los había escudriñado, pues Pedro dijo: “¿Por qué ha llenado Satanás tu
corazón a que mintieses al Espíritu Santo, y defraudases del precio de
la heredad? Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba
en tu potestad? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a
los hombres, sino a Dios.” Hechos 5:3, 4.
Era
necesario un ejemplo especial para guardar a la joven iglesia contra la
desmoralización; porque su número aumentaba rápidamente. De este modo
se dió una advertencia a todos los que profesaban a Cristo en aquel
entonces, y a todos los que más tarde habían de profesar su nombre,
respecto de que Dios requiere fidelidad en el cumplimiento de los votos.
Pero a pesar de este notable castigo del engaño y la mentira, los
mismos pecados han sido con frecuencia repetidos en la iglesia
cristiana, y son muy difundidos en nuestra época. Se me ha mostrado que
Dios dió ese ejemplo como amonestación a todos los que se viesen
tentados a actuar de manera similar. El egoísmo y el fraude se practican
diariamente en la iglesia, al retener ésta los recursos que Dios exige,
robándole así y poniéndose en conflicto con los arreglos que él ha
hecho para difundir la luz y el conocimiento de la verdad por toda la
anchura y longitud de la tierra.
Dios,
en sus planes sabios, hizo depender el adelantamiento de su causa de
los esfuerzos personales de su pueblo, y de sus ofrendas voluntarias.
Aceptando la cooperación del hombre en el gran plan de redención, le
confirió señalada honra. El ministro no puede predicar a menos que se lo
envíe. La obra de dispensar luz no incumbe sólo a los ministros. Cada
persona, al llegar a ser miembro de la iglesia, se compromete a ser
representante de Cristo y a vivir la verdad que profesa. Los que siguen a
Cristo deben llevar adelante la obra que él les dejó cuando ascendió al
cielo.
Las
instituciones que son instrumentos de Dios para llevar a cabo su obra
en la tierra deben ser sostenidas. Deben erigirse iglesias, establecerse
escuelas y proporcionarse a las casas editoras las cosas necesarias
para hacer una gran obra en la publicación de la verdad que ha de ser
proclamada a todas partes del mundo. Estas instituciones son ordenadas
por Dios y deben ser sostenidas por los diezmos y las ofrendas
generosas. A medida que la obra se amplía, se necesitarán recursos para
hacerla progresar en todos sus ramos. Los que han sido convertidos a la
verdad y han sido hechos participantes de su gracia, pueden colaborar
con Cristo dándole ofrendas y sacrificios voluntarios. Cuando los
miembros de la iglesia desean que no se hagan más pedidos de recursos,
dicen virtualmente que se conformarían con que la causa no progresase.
“E
hizo Jacob voto, diciendo: Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este
viaje que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si
tornare en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios, y esta piedra
que he puesto por título, será casa de Dios: y de todo lo que me dieres,
el diezmo lo he de apartar para ti.” Génesis 28:20-22.
Las circunstancias que indujeron a Jacob a hacer un voto al Señor eran
similares a las que inducen a los hombres y las mujeres a hacerle votos
en nuestro tiempo. Mediante un acto pecaminoso había obtenido la
bendición que le había prometido la segura palabra de Dios. Al hacer
esto había mostrado gran falta de fe en el poder de Dios para ejecutar
sus propósitos por desalentadoras que fuesen las apariencias del
momento. En lugar de obtener el puesto que codiciaba, se vió obligado a
huir para salvar su vida de la ira de Esaú. Con sólo el bastón que tenía
en la mano, tenía que viajar centenares de kilómetros por un país
desolado. Había perdido el valor, y se sentía lleno de remordimiento y
timidez, y trataba de evitar a los hombres, no fuese que su hermano
airado pudiese seguirle el rastro. No tenía la paz de Dios para
consolarlo; porque le acosaba el pensamiento de que había perdido el
derecho a la protección divina.
El
segundo día de su viaje se acerca a su fin. Se siente cansado,
hambriento y sin hogar, y le parece que Dios le ha abandonado. Sabe que
ha traído todo esto sobre sí mismo por su mala conducta. Le rodean
sombrías nubes de desesperación, y le parece ser un paria. Su corazón
está lleno de un terror sin nombre y apenas se atreve a orar. Pero está
tan completamente solitario que siente la necesidad de la protección
divina como nunca antes. Llora y confiesa sus pecados ante Dios, y
suplica que le dé alguna evidencia de que no le ha abandonado
completamente. Pero su cargado corazón no halla alivio. Ha perdido toda
confianza en sí mismo, y teme que el Dios de sus padres le haya
desechado. Pero ese Dios misericordioso se compadece del pobre hombre
desamparado y pesaroso, que allega las piedras para formar su almohada y
tiene tan sólo el pabellón de los cielos como cobertor.
En
una visión nocturna ve una escalera mística, cuya base descansa en la
tierra, y cuya cúspide alcanza a la hueste estrellada, a los más altos
cielos. Los mensajeros celestiales suben y bajan por esta escalera de
brillo deslumbrante, mostrándole la senda que comunica el cielo con la
tierra. Oye una voz que le renueva la promesa de misericordia,
protección y bendiciones futuras. Cuando Jacob despierta de este sueño
dice: “Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía.” Génesis 28:16.
Mira en derredor suyo como esperando ver a los mensajeros celestiales;
pero únicamente ve las borrosas líneas de los objetos de la tierra; y
los cielos, que resplandecen con las gemas de luz, responden a su
ferviente y asombrado mirar. La escalera y los brillantes mensajeros han
desaparecido y sólo en su imaginación puede ver a la gloriosa Majestad
que se hallaba en su cumbre.
Jacob
quedó abrumado por el profundo silencio de la noche, y con la vívida
impresión de que se encontraba en la inmediata presencia de Dios. Su
corazón estaba lleno de gratitud por no haber sido destruido. Ya no pudo
dormir esa noche; llenaba su alma una profunda y ferviente gratitud,
mezclada con
santo gozo. “Y levantóse Jacob de mañana, y tomó la piedra que había
puesto de cabecera, y alzóla por título, y derramó aceite encima de
ella.” Génesis 28:18. Y allí hizo su solemne voto a Dios.
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