domingo, 25 de febrero de 2024

Nuestra actitud para con las autoridades civiles

Algunos de nuestros hermanos han dicho y escrito muchas cosas que se interpretan como opuestas al gobierno y las leyes. Es un error exponernos así a una interpretación errónea. No es prudente censurar continuamente lo que están haciendo los gobernantes. Nuestra obra no consiste en atacar a los individuos o las instituciones. Debemos ejercer gran cuidado para no ser interpretados como opositores a las autoridades civiles. Es verdad que nuestra guerra es agresiva, pero nuestras armas deben basarse en un claro “Así dice Jehová.” Nuestra obra consiste en preparar un pueblo que subsista en el gran día de Dios. No debemos desviarnos y entrar en cosas que estimularán la controversia, ni despertar antagonismo en los que no son de nuestra fe. No debemos trabajar de una manera que nos señale como pareciendo abogar por la traición. Debemos eliminar de nuestros escritos y expresiones toda declaración que, por sí misma, podría representarse falsamente y hacernos aparecer como opositores a la ley y al orden. Todo debe considerarse cuidadosamente, no sea que sentemos por escrito algo que parezca alentar la deslealtad para con nuestro país y sus leyes. No se requiere de nosotros que desafiemos a las autoridades. Vendrá un momento en que, a causa de nuestra defensa de la verdad bíblica, seremos tratados como traidores; pero no lo apresuremos por actos imprudentes que despierten animosidad y disensión. Llegará el momento en que las expresiones incautas de un carácter denunciador, que hayan sido pronunciadas o escritas negligentemente por nuestros hermanos, serán usadas por nuestros enemigos para condenarnos. Las emplearán no sólo para condenar a los que hicieron las declaraciones, sino que las cargarán a toda la organización adventista. Nuestros acusadores dirán que en tal y tal día, uno de nuestros hombres de responsabilidad habló así y así contra la administración de las leyes de este gobierno. Muchos se quedarán asombrados al ver cómo fueron archivadas muchas cosas que darán pie a los argumentos de nuestros adversarios. Muchos se sorprenderán al oír cómo sus propias palabras se repiten exageradas, para darles un significado que no se proponían darles. Por lo tanto, ejerzan cuidado nuestros hermanos y hablen cautelosamente en todo momento y en toda circunstancia. Sean todos cautos, no sea que por expresiones temerarias provoquen un tiempo de aflicción antes de la gran crisis que ha de probar las almas de los hombres. Cuanto más escaseen los cargos directos que hagamos contra las autoridades y potestades, tanto mayor será la obra que podremos realizar en los Estados Unidos y en los otros países, pues las demás naciones seguirán el ejemplo de los Estados Unidos. Si bien éstos encabezarán el movimiento, la misma crisis sobrevendrá a nuestro pueblo en todas partes del mundo. Nuestra obra consiste en magnificar y exaltar la ley de Dios. La verdad de la santa Palabra de Dios debe ser manifestada. Debemos enaltecer las Escrituras como norma de vida. Con toda modestia, con un espíritu de gracia y el amor de Dios, debemos indicar a los hombres que el Señor Dios es el Creador de los cielos y de la tierra, y que el séptimo día es reposo de Jehová. En el nombre del Señor hemos de avanzar, desplegar su estandarte y defender su Palabra. Cuando las autoridades nos ordenen que no hagamos esta obra; cuando nos prohiban proclamar los mandamientos de Dios y la fe de Jesús, entonces será necesario que digamos como los apóstoles: “Juzgad si es justo delante de Dios obedecer antes a vosotros que a Dios: porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.” La verdad ha de ser presentada con el poder del Espíritu Santo. Es lo único que puede dar eficacia a nuestras palabras. Únicamente por el poder del Espíritu se habrá de ganar y conservar la victoria. El agente humano debe ser movido por el Espíritu de Dios. Los obreros deben ser guardados para la salvación por el poder de Dios mediante la fe. Deben tener sabiduría divina, a fin de que nada de lo que digan incite a los hombres a cerrarnos el camino. Inculcando la verdad espiritual, hemos de preparar un pueblo que podrá, con mansedumbre y temor, dar razón de su fe ante las más altas autoridades de nuestro mundo. Necesitamos presentar la verdad en su sencillez, defender la piedad práctica; y debemos hacer esto con el espíritu de Cristo. La manifestación de un espíritu tal ejercerá la mejor influencia sobre nuestras propias almas, y tendrá un poder convincente sobre los demás. Demos al Señor oportunidad de obrar por intermedio de sus propios agentes. No nos imaginemos que podremos trazar planes para el futuro; reconozcamos a Dios como el que está manejando el timón en todo tiempo y en toda circunstancia. El obrará por los medios adecuados, y sostendrá, ensanchará y fortalecerá su pueblo.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Progresemos y aumentemos nuestra eficiencia

El Señor desea que se siga proclamando con creciente eficiencia el mensaje del tercer ángel. Como obró él e...