En Malaquías 3:16 se presenta una clase de personas diferentes, una clase que se reunía, no para criticar a Dios, sino para hablar de su gloria y de sus misericordias. Habían sido fieles a su deber. Habían dado lo suyo al Señor. Daban testimonios que hacían cantar y regocijar a los ángeles celestiales. No tenían quejas que hacer contra Dios. A los que andan en la luz y son fieles y leales en el cumplimiento de su deber, no se les oye quejarse ni emitir críticas. Pronuncian palabras de valor, esperanza y fe. Son los que se sirven a sí mismos, los que no dan a Dios lo suyo, los que se quejan.
“Entonces los que temen a Jehová hablaron cada uno a su compañero; y Jehová escuchó y oyó, y fué escrito libro de memoria delante de él para los que temen a Jehová, y para los que piensan en su nombre. Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día que yo tengo de hacer: y perdonarélos como el hombre que perdona a su hijo que le sirve. Entonces os tornaréis, y echaréis de ver la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve.” Vers. 16-18.*****
La recompensa de la generosidad expresada con toda el alma consiste en que la mente y el corazón son puestos en comunión más íntima con el Espíritu.
El hombre que sufrió desgracias y se endeudó, no debe tomar la parte del Señor para cancelar sus deudas con sus semejantes. Debe considerar que se lo está probando en este asunto y que al usar para sí la parte del Señor roba al Dador. Es deudor a Dios por todo lo que tiene, pero llega a ser doblemente deudor cuando emplea el fondo del Señor para pagar lo que debe a seres humanos. Frente a su nombre se escriben en los libros del cielo las palabras: “Infidelidad a Dios.” Tiene que arreglar una cuenta con Dios por haberse apropiado los recursos del Señor para su propia conveniencia. Y en su manejo de otros asuntos manifestará la misma falta de principios que reveló al apropiarse indebidamente de los recursos de Dios. Ello se verá en todo lo relacionado con sus propios negocios. El hombre que roba a Dios cultiva rasgos de carácter que le impedirán ser admitido en la familia de Dios en el cielo. Un empleo egoísta de las riquezas demuestra que uno es infiel a Dios e incapacita al administrador de los recursos para el cometido superior del cielo.*****
Hay por doquiera canales por los cuales podría fluir la benevolencia. Se producen constantemente necesidades, hay misiones que se ven estorbadas por falta de recursos. Deberán ser abandonadas a menos que los hijos de Dios se despierten y comprendan el verdadero estado de cosas. No esperéis hasta el momento de la muerte para hacer vuestro testamento, porque debéis disponer de vuestros recursos mientras vivís.
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