domingo, 31 de marzo de 2024

El culto de familia


Si hubo tiempo en el que cada casa debiera ser una casa de oración, es ahora. Predominan la incredulidad y el escepticismo. Abunda la inmoralidad. La corrupción penetra hasta el fondo de las almas y la rebelión contra Dios se manifiesta en la vida de los hombres. Cautivas del pecado, las fuerzas morales quedan sometidas a la tiranía de Satanás. Juguete de sus tentaciones, el hombre va donde lo lleva el jefe de la rebelión, a menos que un brazo poderoso lo socorra. Sin embargo, en esta época tan peligrosa, algunos de los que se llaman cristianos no celebran el culto de familia. No honran a Dios en su casa, ni enseñan a sus hijos a amarle y temerle. Muchos se han alejado a tal punto de Dios que se sienten condenados cuando se presentan delante de él. No pueden allegarse “confiadamente al trono de la gracia,” “levantando manos limpias, sin ira ni contienda.” Hebreos 4:16; 1 Timoteo 2:8. No están en comunión viva con Dios. Su piedad no es más que una forma sin fuerza. La idea de que la oración no es esencial es una de las astucias de las que con mayor éxito se vale Satanás para destruir a las almas. La oración es una comunión con Dios, fuente de la sabiduría, fuerza, dicha y paz. Jesús oró a su Padre “con gran clamor y lágrimas.” Pablo exhortó a los creyentes a “orar sin cesar” y a hacer conocer sus necesidades por “peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con hacimiento de gracias.” Santiago dice: “Rogad los unos por los otros, ... la oración del justo, obrando eficazmente, puede mucho.” Hebreos 5:7; 1 Tesalonicenses 5:17; Filipenses 4:6; Santiago 5:16. Mediante oraciones sinceras y fervientes, los padres deberían alzar como una valla alrededor de sus hijos. Deberían orar con fe implícita para que Dios habite en ellos y que los santos ángeles los preserven, a ellos y a sus hijos, de la potencia cruel de Satanás. En cada familia debería haber una hora fija para el culto matutino y vespertino. ¿No conviene a los padres reunir en derredor suyo a sus hijos antes del desayuno para agradecer al Padre Celestial por su protección durante la noche, y para pedirle su ayuda y cuidado durante el día? ¿No es propio también, cuando llega el anochecer, que los padres y los hijos se reunan una vez más delante de Dios para agradecerle las bendiciones recibidas durante el día que termina? El padre, o en su ausencia la madre, debe presidir el culto y elegir un pasaje interesante de las Escrituras que pueda comprenderse con facilidad. El culto debe ser corto. Cuando se lee un capítulo largo y se hace una oración larga, el culto se torna fatigoso y se siente alivio cuando termina. Dios queda deshonrado cuando el culto se vuelve árido y fastidioso, cuando carece tanto de interés que los hijos lo temen.

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