sábado, 30 de marzo de 2024

Se necesitan planes más amplios


Dios se propone hacer llegar su preciosa Palabra, así como las advertencias y amonestaciones que contiene, a todos los que están aún en las tinieblas e ignoran lo que creemos. Esta Palabra debe ser proclamada a todos, a fin de que sea para todos un testimonio recibido o rechazado. No penséis que os incumbe la responsabilidad de convencer y convertir a los oyentes. Únicamente la potencia de Dios puede enternecer los corazones. Vuestra tarea consiste en presentar la Palabra de vida a fin de que todos tengan ocasión de recibir la verdad si la desean. Si se apartan de la verdad celestial, será para su condenación.

No debemos ocultar la verdad en lugares apartados de la tierra; hay que darla a conocer; debe brillar en las ciudades grandes. Cuando Jesús trabajaba en la tierra, frecuentaba la orilla del mar y los lugares concurridos por los viajeros, dondequiera que pudiese encontrar gente que venía de todas partes del mundo. Impartía la luz verdadera, sembraba la semilla del Evangelio, separaba la verdad del error con que se había mezclado y la presentaba en su claridad y sencillez originales para que los hombres pudiesen comprenderla. El mensajero celestial que estaba con nosotros dijo: “No perdáis de vista el hecho de que el mensaje que proclamáis está destinado al mundo entero. Debe ser predicado en todas las ciudades y en todos los pueblos, por los caminos y los vallados. No debéis limitar la proclamación del mensaje.” En la parábola del sembrador, Cristo ilustró su obra y la de sus siervos. La semilla cayó en toda clase de terreno. Algunos granos cayeron en un terreno mal preparado; mas el sembrador no suspendió su trabajo. Por todas partes debéis sembrar la verdad. Dondequiera que podáis penetrar, presentad la Palabra de Dios. Sembrad junto a todas las aguas. Puede ser que no notéis en seguida el resultado de vuestro trabajo, mas no os desalentéis. Hablad las palabras que Cristo os dé. Trabajad según su método. Id por todas partes, como fué él mismo por todas partes durante su ministerio terrenal. El Redentor del mundo tuvo muchos oyentes, mas muy pocos discípulos. Noé predicó durante ciento veinte años a los antediluvianos, y sin embargo muy pocos apreciaron el precioso tiempo de gracia que se les concedió. Fuera de Noé y su familia, ni uno solo se unió a los creyentes para entrar en el arca. De entre todos los habitantes de la tierra, sólo ocho recibieron el mensaje; pero este mensaje condenó al mundo. La luz fué dada para que los hombres pudiesen creer; se perdieron porque rechazaron la luz. El mensaje que damos al mundo será sabor de vida para todos los que lo acepten y de condenación para todos los que lo rechacen. El mensajero se volvió hacia uno de los presentes y le dijo: “Vuestras ideas acerca de la tarea que falta por cumplir son excesivamente estrechas. No debéis encender vuestra luz para ponerla bajo un almud o una cama; debe ser colocada sobre un candelero, a fin de que alumbre a todos los que están en el mundo, la gran casa de Dios. Debéis tener miras más amplias que las que habéis tenido hasta ahora.”

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