jueves, 19 de septiembre de 2024

La importancia del trabajo personal

Los juicios de Dios están en la tierra; bajo la influencia del Espíritu Santo debemos dar el mensaje de amonestación que nos ha sido confiado. Este mensaje debe ser dado con prontitud, renglón tras renglón, precepto tras precepto. Los hombres se verán pronto obligados a tomar decisiones importantes y debemos cuidar de que tengan ocasión de comprender la verdad, de manera que puedan decidirse inteligentemente por el lado del bien. El Señor llama a su pueblo a trabajar—y con fervor e inteligencia—mientras se prolonga el tiempo de gracia.

Los miembros de nuestras iglesias deben hacer más trabajo de casa en casa, dando estudios bíblicos y repartiendo impresos. El carácter cristiano sólo puede formarse de una manera simétrica y completa si el hombre considera como un gozo el trabajar de una manera desinteresada en la proclamación de la verdad y sosteniendo la causa de Dios con sus recursos. Debemos sembrar a lo largo de todas las aguas, mantener nuestras almas en el amor de Dios, trabajar mientras es de día y dedicar los bienes que Dios nos ha dado a cumplir cualquier deber que nos toque. Todo lo que nuestra mano encuentre para hacer, debemos hacerlo con fidelidad; cualquiera que sea el sacrificio que seamos llamados a hacer, debemos realizarlo con alegría. Al sembrar junto a todas las aguas, experimentaremos que “el que siembra en bendiciones, en bendiciones también segará.” 2 Corintios 9:6. El ejemplo de Cristo debe ser seguido por los que dicen ser sus hijos. Socorred a los desvalidos; su agradecimiento derribará las barreras y os permitirá alcanzar su corazón. Estudiad este asunto con el cuidado que merece. Como iglesias, habéis tenido oportunidades de trabajar en cooperación con Dios. Si hubieseis obedecido a la Palabra de Dios, si hubieseis emprendido esa obra, habríais recibido bendición y estímulo. Como instrumentos humanos de Dios, habríais abogado por un plan de restauración y de salvación, no según un molde rígido, sino progresivo, yendo de gracia en gracia y de fuerza en fuerza. El Señor me ha presentado la obra que debe ser hecha en las ciudades. Los creyentes que se encuentran en ellas deben trabajar para Dios en el vecindario de sus moradas. Deben trabajar queda y humildemente, llevando consigo doquiera vayan una atmósfera celestial. Si evitan que su personalidad se ponga en evidencia y señalan constantemente a Jesús se hará sentir el poder de su influencia. No entra en los planes de Dios que el cuidado de sembrar la semilla de la verdad sea dejado principalmente a los predicadores. Hombres que no son llamados al ministerio de la palabra deben trabajar para su Maestro según sus distintas capacidades. Un obrero que se entrega sin reserva al servicio del Señor adquiere una experiencia que le asegura siempre más éxito en la obra que efectúa para su Maestro. La influencia que le atrajo a Jesús le ayuda a llevar otros a él. Aunque no sea llamado a hablar en público, es no obstante siervo de Dios y su obra atestigua que es engendrado de Dios. Las mujeres, tanto como los hombres, pueden sembrar la verdad donde pueda obrar y hacerse manifiesta. Pueden ocupar su puesto en esta crisis, y el Señor obrará por su intermedio. Si las compenetra el sentimiento de su deber y si trabajan bajo la influencia del Espíritu Santo, tendrán el dominio propio que este tiempo demanda. El Señor hará brillar la luz de su rostro sobre esas mujeres animadas por el espíritu de sacrificio, y les dará un poder superior al de los hombres. Pueden realizar en las familias una obra que los hombres no pueden hacer, una obra que penetra hasta la vida interior. Pueden acercarse a los corazones de personas a las cuales los hombres no pueden alcanzar. Su cooperación es necesaria. Las mujeres discretas y humildes pueden hacer una buena obra al explicar la verdad en los hogares. Así explicada, la Palabra de Dios obrará como una levadura, y familias enteras serán convertidas por su influencia. Hermanos y hermanas, estudiad vuestros planes; aprovechad toda ocasión que se presente para hablar a vuestros vecinos y a las personas con las cuales os relacionéis; leedles pasajes de los libros que contienen la verdad presente. Mostrad que dais una importancia primordial a la salvación de las almas por las que Cristo hizo un sacrificio tan grande. En esa obra junto a las almas que perecen, tendréis la compañía de los ángeles. Miríadas y miríadas de ángeles están listos para colaborar con los miembros de nuestras iglesias para comunicar la luz que Dios impartió generosamente para preparar a un pueblo para la venida de Jesús. “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salud.” 2 Corintios 6:2. Ruegue con fervor al Señor cada familia que él le dé fuerza para cumplir su obra. No descuidéis las cosas pequeñas esperando una obra más importante. Puede ser que seáis capaces de cumplir con éxito una obra limitada mientras que fracasaríais completamente en una obra más grande, cayendo además en el desaliento. Haced todo lo que os venga a mano. Ya seáis ricos o pobres, grandes o pequeños, Dios os llama a servirle activamente. Al hacer voluntariamente lo que os venga a mano, vuestros talentos y aptitudes se desarrollarán para la obra. Y es al descuidar las oportunidades diarias cómo os volvéis inútiles. Por esta causa, hay en el huerto del Señor tantos árboles que no llevan fruto. En el círculo de la familia, en el hogar de vuestro vecino, a la cabecera del enfermo, podéis con serenidad leer las Escrituras y decir una palabra en favor de Jesús y de la verdad. Así será sembrada la preciosa semilla que con el tiempo brotará y dará fruto.

 

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