El campo de adiestramiento del hogar
Guíame por la senda de tus mandamientos; porque en ella tengo mi voluntad. Salmos 119:35.
Los hombres han enseñado que la ley de Dios no tiene validez. Si éste fuera el caso no tendríamos una norma para el carácter, y no tendríamos nada para demostrar las justas pretensiones de Dios. Estaríamos al garete en un océano de incertidumbre, y no tendríamos una guía para ocuparnos de las solemnes responsabilidades de las relaciones familiares. Pero es en las relaciones familiares donde recibimos nuestra preparación para tratar con nuestros semejantes en general. Si Dios no tuviera una ley para gobernar las inteligencias humanas, ninguna cosa mediante la cual su carácter pudiera ser presentado como norma según la cual la familia humana pudiera formar sus caracteres, entonces, ¿qué impresión podría hacerse sobre nuestros hijos respecto de lo que constituye la rectitud de la vida y la perfección del carácter?
El quinto mandamiento ordena a los hijos obediencia a sus padres, y los padres deben ayudar a sus hijos a guardar este mandamiento, y así hacer su parte en cooperar con Dios, al requerir obediencia a los niños y los jóvenes. Los padres mismos debieran estar bajo la ley de Dios. Debieran revelar preciosos rasgos de carácter y ser un modelo delante de sus hijos, manifestando paciencia y aguante mezclados con firmeza, y así educarlos para que obedezcan a su Padre celestial. ... Satanás se deleita en contemplar las familias desordenadas e indisciplinadas, porque su éxito depende mayormente del control que él pueda tener sobre las familias de la tierra. ... El está decidido a que la norma de la justicia no sea la regla para la formación del carácter.
Los Diez Mandamientos proceden del Dios del cielo, cuyo corazón está lleno de amor, el cual es infinito en sabiduría, y quien nunca comete un error. ... Aquellos que obedecen y administran la ley de Jehová recibirán bendiciones. ... La felicidad y la paz de los padres y de los hijos en esta vida, y su mejor bien, serán realizados al andar en la senda de sus preceptos, porque al hacerlo así están en armonía con el Dios del cielo.—Carta 34, 1894, pp. 18-22.
Guíame por la senda de tus mandamientos; porque en ella tengo mi voluntad. Salmos 119:35.
Los hombres han enseñado que la ley de Dios no tiene validez. Si éste fuera el caso no tendríamos una norma para el carácter, y no tendríamos nada para demostrar las justas pretensiones de Dios. Estaríamos al garete en un océano de incertidumbre, y no tendríamos una guía para ocuparnos de las solemnes responsabilidades de las relaciones familiares. Pero es en las relaciones familiares donde recibimos nuestra preparación para tratar con nuestros semejantes en general. Si Dios no tuviera una ley para gobernar las inteligencias humanas, ninguna cosa mediante la cual su carácter pudiera ser presentado como norma según la cual la familia humana pudiera formar sus caracteres, entonces, ¿qué impresión podría hacerse sobre nuestros hijos respecto de lo que constituye la rectitud de la vida y la perfección del carácter?
El quinto mandamiento ordena a los hijos obediencia a sus padres, y los padres deben ayudar a sus hijos a guardar este mandamiento, y así hacer su parte en cooperar con Dios, al requerir obediencia a los niños y los jóvenes. Los padres mismos debieran estar bajo la ley de Dios. Debieran revelar preciosos rasgos de carácter y ser un modelo delante de sus hijos, manifestando paciencia y aguante mezclados con firmeza, y así educarlos para que obedezcan a su Padre celestial. ... Satanás se deleita en contemplar las familias desordenadas e indisciplinadas, porque su éxito depende mayormente del control que él pueda tener sobre las familias de la tierra. ... El está decidido a que la norma de la justicia no sea la regla para la formación del carácter.
Los Diez Mandamientos proceden del Dios del cielo, cuyo corazón está lleno de amor, el cual es infinito en sabiduría, y quien nunca comete un error. ... Aquellos que obedecen y administran la ley de Jehová recibirán bendiciones. ... La felicidad y la paz de los padres y de los hijos en esta vida, y su mejor bien, serán realizados al andar en la senda de sus preceptos, porque al hacerlo así están en armonía con el Dios del cielo.—Carta 34, 1894, pp. 18-22.