martes, 20 de mayo de 2014

SER SEMEJANTE A JESÚS.

Los mandamientos son para todos

Y a los hijos de los extranjeros que sigan a Jehová para servirle, y que amen el nombre de Jehová para ser sus siervos; a todos los que guarden el día de reposo para no profanarlo, y abracen mi pacto, yo los llevaré a mi santo monte.
Isaías 56:6, 7.

Bajo la ley mosaica, los extranjeros y los eunucos estaban excluidos del pleno goce de los privilegios concedidos a Israel. Pero el profeta declara que va a llegar un tiempo cuando cesarán esas restricciones. A los judíos les fueron confiados los santos oráculos de Dios; no ser un israelita era no pertenecer al pueblo favorecido de Dios. Los judíos habían llegado cada vez más a considerarse como superiores por derecho divino a cualquier otro pueblo de la tierra, y sin embargo, no habían sido cuidadosos en mantener su carácter separado y santo al rendir obediencia a todos los mandamientos de Dios.

Ahora el profeta declara que el extranjero que ama y obedece a Dios gozará de los privilegios que habían pertenecido en forma exclusiva al pueblo elegido. Hasta aquí la circuncisión y una obediencia estricta de la ley ceremonial habían sido la condición sobre la cual los gentiles podían ser admitidos a la congregación de Israel; pero estas distinciones iban a ser abolidas por el evangelio. Isaías 56:6-8...

La primera parte del capítulo presenta a un pueblo que aparentemente se deleita en el servicio de Dios; lo buscan diariamente, “como gente que hubiese hecho justicia, y que no hubiese dejado la ley de su Dios”. Isaías 58:2. Sin embargo, su vida no es correcta delante de Dios, porque le ordena a su profeta: “Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado”. Isaías 58:1...

Esta profecía se extiende a través de los siglos hasta el tiempo cuando el hombre de pecado intentó anular uno de los mandamientos de la ley de Dios, para pisotear el sábado original de Jehová y exaltar en su lugar uno de su propia creación. Y cuando el mundo cristiano abandone definitivamente el santo sábado de Dios y en su lugar acepte un día común de trabajo, que no está sancionado por un “Así dice el Señor”, estará estimulando la infidelidad, y virtualmente reconociendo la supremacía de ese poder por cuya sola autoridad se hizo el cambio. El rechazo del sábado ha llevado al rechazo de toda la ley, y ahora miles de cristianos profesos atrevidamente lo declaran anulado.—The Signs of the Times, 28 de febrero de 1884.

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