¿Y quién podrá soportar el tiempo de su venida? ¿o
quién podrá estar en pie cuando él se manifieste? Porque él es como fuego
purificador, y como jabón de lavadores. Malaquías 3:2.
Nos estamos acercando rápidamente al fin de la historia de
esta tierra. El fin está muy cerca, más cerca de lo que muchos suponen, y siento
la carga de insistir en la necesidad que tiene nuestro pueblo de buscar
fervientemente al Señor. Muchos están dormidos, ¿y qué puede decirse para
despertarlos de su sopor carnal? El Señor quiere que su iglesia esté purificada
antes que sus juicios caigan más señaladamente sobre el mundo...
Cristo quitará de en medio todo falso pretexto. Ninguna
mezcla de lo verdadero con lo falso puede engañarlo. “Él es como fuego
purificador”, separando lo precioso de lo vil, la escoria del oro.
Al igual que los levitas, el pueblo elegido de Dios ha sido
puesto aparte para él, para hacer su obra especial. Cada verdadero cristiano
lleva las credenciales sacerdotales. Todos son honrados con la sagrada
responsabilidad de representar ante el mundo el carácter de su Padre celestial.
Deben oír bien las palabras: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre
que está en los cielos es perfecto”. Mateo 5:48...
Se me ha ordenado que exhorte a nuestro pueblo de la manera
más ferviente acerca de la necesidad que tienen de practicar la religión en el
hogar. Entre los miembros de familia, siempre debe haber una consideración
amable y atenta. Que todos los corazones se unan mañana y noche en adoración
reverente. Que cada miembro de la familia escudriñe bien su corazón en el
momento del culto vespertino. Que se aclare y corrija cada mal que se haya
cometido. Si durante el día uno ha agraviado a otro, o le ha hablado en forma
descortés, que el transgresor pida perdón al que agravió. Con frecuencia se
albergan en la mente los resentimientos y se crean malentendidos y congojas que
no necesitan crearse. Si al que se sospecha que hizo mal se le da una
oportunidad, podrá dar las explicaciones que traerán alivio a otros miembros de
la familia.
“Confiesen sus ofensas unos a otros, y oren unos por otros, para que sean
sanados” de todas las flaquezas espirituales, para que las disposiciones
pecaminosas puedan ser cambiadas ver. Santiago 5:16. Hagan una obra diligente
para la eternidad. Oren de la manera más ferviente al Señor y manténganse firmes
en la fe. No confíen en el brazo de carne, sino confíen implícitamente en la
dirección del Señor. Que cada uno diga ahora: “En cuanto a mí, saldré, y me
separaré del mundo. Serviré al Señor con todo mi corazón”.—The Review and
Herald, 8 de noviembre de 1906
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