Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana me
presentaré delante de ti, y esperaré. Salmos 5:3.
Lector cristiano, el gran propósito que constreñía a Pablo
a avanzar ante las penalidades y dificultades debe inducir a cada obrero
cristiano a consagrarse enteramente al servicio de Dios. Cualquier cosa que le
venga a sus manos para hacer, hágala con todas sus fuerzas. Que su oración
diaria sea: “Señor, ayúdame a hacer lo mejor posible. Enséñame a cómo trabajar
mejor. Ayúdame a introducir en mi servicio el amante ministerio del Salvador”.
La responsabilidad de cada agente humano se mide por los
dones que le fueron confiados. Todos deben ser obreros, pero sobre el obrero que
ha tenido las mayores oportunidades, la mente más clara para entender las
Escrituras, descansa una mayor responsabilidad. Los que las reciban deberían
sentirse responsables ante Dios, y usar sus talentos para la gloria de Dios.
El éxito en la obra de Dios no es el resultado de la
casualidad, del accidente o del destino; es la operación de la providencia de
Dios, la recompensa de la fe y la discreción, de la virtud y el esfuerzo
perseverante. Es la práctica de la verdad lo que da éxito y poder moral. Los
rayos brillantes del Sol de justicia deben ser bienvenidos como la luz de la
mente; los principios del carácter de Cristo deben ser hechos los principios del
carácter humano...
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su
Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida
eterna”. Juan 3:16. Este es el amor que es el cumplimiento de la ley. Cada
persona cuyo corazón está lleno con compasión por la humanidad caída, cuyo amor
es real, no mero sentimentalismo, revelará ese amor por medio de la realización
de obras semejantes a las de Cristo. El verdadero cristianismo difunde el amor
en el ser entero. Alcanza cada parte vital: el intelecto, el corazón, las manos
ayudadoras, los pies, capacitándonos para mantenernos firmemente donde Dios
requiere que estemos, no sea que el cojo se salga del camino. La contemplación
de Aquel que nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros, hará la vida fragante
y dará poder para perfeccionar una experiencia cristiana.
Podemos, podemos revelar la semejanza de
nuestro divino Señor. Podemos conocer la ciencia de la vida espiritual. Podemos
glorificar a Dios en nuestros cuerpos y en nuestro espíritu, los cuales son de
él. Cristo nos ha mostrado lo que podemos lograr mediante la cooperación con él.
“Permaneced en mí”, nos dice, “y yo en vosotros”. Juan 15:4.—The Review and
Herald, 4 de abril de 1912.
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