jueves, 20 de noviembre de 2014

Sólo Dios debe ser adorado

 
Sus altares destruiréis, y quebraréis sus estatuas, y destruiréis sus imágenes de Asera, y quemaréis sus esculturas en el fuego. Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios. Deuteronomio 7:5, 6.
Dios quería que su pueblo entendiera que sólo él debía ser objeto de adoración; y que cuando vencieran a las naciones idólatras que los rodeasen, no debían conservar ni una sola de sus imágenes de su culto, sino que debían destruirlas completamente. Muchas de esas deidades paganas eran muy costosas, y artísticamente confeccionadas, como para tentar a los que habían presenciado el culto idólatra, tan común en Egipto, para que consideraran esos objetos inanimados con cierto grado de reverencia. El Señor quería que su pueblo supiera que a causa de la idolatría de esas naciones, que los había inducido a practicar toda clase de impiedades, él usaría a los israelitas como su instrumento para castigarlos y destruir sus dioses...
“Y fijaré tus límites desde el Mar Rojo hasta el mar de los filisteos, y desde el desierto hasta el Éufrates; porque pondré en tus manos a los moradores de la tierra, y tú los echarás de delante de ti”. Éxodo 23:31...
Dios dio estas promesas a su pueblo con la condición de que le obedeciera. Si servía al Señor plenamente, haría grandes cosas por él.
Después que Moisés hubo recibido los juicios de Dios, y los hubo escrito para el pueblo, juntamente con las promesas que se cumplirían si obedecían, el Señor le dijo: “Sube ante Jehová, tú, y Aarón, Nadab y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel; y os inclinaréis desde lejos. Pero Moisés solo se acercará a Jehová; y ellos no se acerquen, ni suba el pueblo con él. Y Moisés vino y contó al pueblo todas las palabras de Jehová y todas las leyes; y todo el pueblo respondió a una voz y dijo: Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho”. Éxodo 24:1-3.
Moisés no escribió los Diez Mandamientos sino los juicios que Dios les había intimado a observar, y las promesas que se cumplirían con la condición de que los obedecieran. Se las leyó al pueblo, y éste se comprometió a obedecer todas las palabras que el Señor había dicho. Moisés escribió entonces en un libro la solemne promesa de ellos, y ofreció sacrificios al Altísimo en favor del pueblo. “Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos”. Éxodo 24:7.—La Historia de la Redención, 146, 147.

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