martes, 2 de mayo de 2017

Dios, sometido a juicio

Querido amigo y amiga:
El pasado 31 de octubre, el mundo oyó algo nuevo y diferente, pero cierto. Una verdad olvidada por largo tiempo. Guarda relación con el texto de Apocalipsis 14:7, que tan frecuentemente ha despertado el temor: "¡Reverenciad a Dios y dadle honra, porque ha llegado la hora de su juicio!" Habitualmente se lo ha comprendido como el anuncio de que ha llegado la hora en la que Dios nos juzgará a nosotros, y Dios debe ser muy exigente y riguroso...
Y es cierto que un juicio tal ha de preceder necesariamente a la segunda venida de Cristo; de otra forma, sería imposible que pudiera decir: "Yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para dar a cada uno según su obra" (Apoc. 22:12). ¿Qué otra cosa podría determinar que en la primera resurrección algunos salgan "para vida eterna", y otros "para vergüenza y confusión eterna"? (Dan. 12:2).
Pero la verdad que Net98 proclamó al mundo entero es que se trata primariamente de un pleito en el que Dios mismo se expone a juicio. Él mismo se somete a prueba, se sienta en el "banquillo". Por fin se establece la corte del juicio eterno, y las espadas están en alto. ¿Quedará absuelto? La inmensa mayoría de los habitantes de la tierra se pone de parte del acusador (Satanás), cuyo principal cargo contra Dios es que ha dado a los hombres una ley que es imposible obedecer. ¡Así lo creen! Esa acusación ha sido difundida por innumerables ministros del evangelio, y la condición "tibia" y mundana de la iglesia es un poderoso testimonio en favor del abogado acusador. Si el propio pueblo de Dios se muestra incapaz de obedecer su ley, ¿quién puede hacerlo?
El predicador presentó con claridad que HABRÁ una "última generación" de personas que rechazarán la acusación de Satanás y que demostrarán en sus vidas que tal acusación es falsa. Serán testigos en ese tribunal cósmico, en defensa de la causa de Dios. Eso nos proporciona una motivación para dar nuestros corazones y vidas a Aquel que murió por nosotros, infinitamente mejor que el simple deseo de recompensa.
R.J.W.

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