jueves, 6 de abril de 2023

Se necesita una verdadera conversión

Vi que a menos que se manifieste en los jóvenes un cambio completo y una conversión cabal, pueden desesperar de alcanzar el cielo. Por lo que me ha sido mostrado, no están verdaderamente convertidos ni siquiera la mitad de los jóvenes que profesan la religión y la verdad. Si hubiesen sido convertidos, darían frutos para la gloria de Dios. Muchos se apoyan en una esperanza supuesta, sin verdadero fundamento. La fuente no ha sido limpiada; por lo tanto los raudales que proceden de ella no son puros. Limpiad la fuente y los raudales serán puros. Si el corazón está bien, vuestras palabras, vuestra indumentaria, vuestros hechos también lo estarán. Falta la verdadera piedad. No quisiera deshonrar a mi Maestro admitiendo siquiera que es cristiana una persona negligente, trivial y que no ora. No; el cristiano obtiene la victoria sobre los pecados que lo asedian y sobre sus pasiones. Hay un remedio para el alma enferma de pecado. Ese remedio está en Jesús. ¡Precioso Salvador! Su gracia basta para los más débiles; y los más fuertes deben recibir también su gracia o perecer.

Vi cómo se puede obtener esta gracia. Id a vuestra cámara, y allí a solas, suplicad a Dios: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio; y renueva un espíritu recto dentro de mí.” Salmos 51:10. Tened fervor y sinceridad. La oración ferviente es muy eficaz. Como Jacob, luchad en oración. Agonizad. En el huerto Jesús sudó grandes gotas de sangre; pero habéis de hacer un esfuerzo. No abandonéis vuestra cámara hasta que os sintáis fuertes en Dios; luego velad y mientras veléis y oréis, podréis dominar los pecados que os asedian, y la gracia de Dios podrá manifestarse en vosotros; y lo hará. No permita Dios que yo deje de amonestaros. Jóvenes amigos, buscad al Señor de todo corazón. Acudid a él con celo, y cuando sintáis sinceramente que sin la ayuda de Dios habríais de perecer, cuando le anheléis a él como el ciervo anhela las corrientes de agua, entonces el Señor os fortalecerá prestamente. Entonces vuestra paz sobrepujará todo entendimiento. Si esperáis la salvación, debéis orar. Tomad tiempo para ello. No os apresuréis ni seáis negligentes en vuestras oraciones. Rogad a Dios que obre en vosotros una reforma cabal, para que los frutos de su Espíritu moren en vosotros y permanezcáis como luminarias en el mundo. No seáis un estorbo ni una maldición para la causa de Dios; podéis ser una ayuda, una bendición. ¿Os dice Satanás que no podéis disfrutar de la salvación, plena y gratuitamente? No lo creáis. Vi que es privilegio de todo cristiano gozar de las profundas emociones del Espíritu de Dios. Una paz dulce y celestial invadirá la mente y os deleitaréis en meditar en Dios y en el cielo. Os regocijarán las gloriosas promesas de su Palabra. Pero sabed primero que habéis iniciado la carrera cristiana. Sabed que habéis dado los primeros pasos en el camino de la vida eterna. No os engañéis. Sé que muchos de vosotros no sabéis lo que es la religión. Habéis sentido cierta excitación, cierta emoción, pero nunca habéis reconocido la enormidad del pecado. Nunca habéis sentido que estabais perdidos, ni os habéis apartado de vuestros malos caminos con amargo pesar. Nunca habéis muerto al mundo. Amáis todavía sus placeres; os deleita conversar de asuntos mundanales. Pero, cuando se introduce la verdad de Dios no tenéis nada que decir. ¿Por qué calláis así? ¿Por qué habláis tanto de cosas mundanales, y guardáis silencio sobre el tema que más os concierne, un tema que debiera embargar toda vuestra alma? La verdad de Dios no mora en vosotros. Vi que muchos hacen una admirable profesión de fe, mientras que su interior está corrompido. No os engañéis los que profesáis así la religión con corazón falso. Dios mira al corazón. “De la abundancia del corazón habla la boca.” Mateo 12:34. Vi que el mundo está en el corazón de los tales, pero no la religión de Jesús. Si los que profesan ser cristianos aman más a Jesús que al mundo, se deleitarán al hablar de él como de su mejor amigo, en quien concentran los más caros afectos. El acudió en su auxilio cuando ellos se sintieron perdidos y a punto de perecer. Cuando estaban cansados y agobiados por el pecado, se volvieron hacia él. El quitó su carga de la culpabilidad del pecado, quitó su pesar y aflicción, y desvió toda la corriente de sus afectos. Aborrecen ahora las cosas que una vez amaron, y aman las cosas que aborrecían.

 

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