miércoles, 5 de junio de 2024

Una promesa inmutable


El mensaje ha de darse, no en forma tímida y sin vida, sino con expresión clara, decidida, conmovedora. Centenares están aguardando la amonestación a escapar por su vida. El mundo necesita ver en los cristianos la evidencia del poder del cristianismo. No sólo se necesita a los mensajeros de la misericordia en unos pocos lugares, sino en todas partes del mundo. De todo país proviene el clamor: “Pasa ... y ayúdanos.” Ricos y pobres, humildes y encumbrados, están pidiendo luz. Hombres y mujeres tienen hambre de la verdad tal cual es en Jesús. Cuando oigan el Evangelio predicado con poder de lo alto, sabrán que el banquete está preparado para ellos, y responderán a la invitación: “Venid, que ya está todo aparejado.” Lucas 14:17.

Las palabras: “Id por todo el mundo; predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15), se dirigen a todos los que siguen a Cristo. Todos los que son ordenados a la vida de Cristo están ordenados para trabajar por la salvación de sus semejantes. Ha de manifestarse en ellos el mismo anhelo que él sintió en su alma por la salvación de los perdidos. No todos pueden desempeñar el mismo cargo, pero hay cabida y trabajo para todos. Todos aquellos a quienes han sido concedidas las bendiciones de Dios deben responder sirviendo realmente; y han de emplear todo don para el progreso de su reino. Cristo hizo provisión completa para que continuara la obra confiada a sus discípulos, y se encargó él mismo de la responsabilidad de su éxito. Mientras ellos obedeciesen a su Palabra y trabajasen en relación con él, no podían fracasar. Id a todas las naciones, les ordenó. Id a los confines más lejanos del globo habitable, y sabed que mi presencia estará allí. Trabajad con fe y confianza; porque nunca llegará el momento en que yo os abandone. A nosotros también se dirige la promesa de la presencia permanente de Cristo. El transcurso del tiempo no ha cambiado la promesa que hizo al partir. El está con nosotros hoy tan ciertamente como estuvo con los discípulos, y estará con nosotros “hasta el fin.” “Id a predicar el Evangelio a todas las naciones—nos dice el Salvador,—para que puedan llegar a ser hijos de Dios. Os acompaño en esta obra, enseñándoos, guiándoos, y fortaleciéndoos, dándoos éxito en vuestra obra impregnada de abnegación y sacrificio. Obraré en los corazones, convenciéndolos de pecado y apartándolos de las tinieblas a la luz, de la desobediencia a la justicia. En mi luz verán luz. Arrostraréis los agentes satánicos; pero confiad en mí. Nunca os faltaré.” ¿No pensáis que Cristo aprecia a los que viven totalmente para él? ¿No pensáis que él visita a los que, como el amado Juan, se hallan por su causa en condiciones penosas y difíciles? El encuentra a sus fieles, mantiene comunión con ellos, los alienta y los fortalece. Y los ángeles de Dios, excelsos en fortaleza, son enviados por Dios a ministrar a sus obreros humanos que predican la verdad a los que no la conocen.

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