sábado, 29 de junio de 2024

Trabájese en comunidades dispersas


Muchos de los miembros de nuestras iglesias grandes hacen muy poco o comparativamente nada. Podrían realizar una buena obra, si, en vez de hacinarse, se dispersasen por lugares donde todavía no ha penetrado la verdad. Los árboles plantados en forma demasiado apretada no prosperan. El jardinero los transplanta para que tengan lugar donde crecer, y no quedar atrofiados y enfermizos. La misma regla surtiría efecto en nuestras iglesias grandes. Muchos de los miembros están muriendo espiritualmente porque no se hace precisamente esto. Se están volviendo enfermizos y deficientes. Transplantados, tendrían lugar donde crecer fuertes y vigorosos.

No es el propósito de Dios que sus hijos formen colonias o se establezcan juntos en grandes comunidades. Los discípulos de Cristo son sus representantes en la tierra, y Dios quiere que estén dispersados por todo el país, en pueblos, ciudades y aldeas, como luces en medio de las tinieblas del mundo. Han de ser misioneros para Dios, que por su fe y sus obras atestigüen que se acerca la venida del Salvador. Los miembros laicos de nuestras iglesias pueden realizar una obra que hasta ahora apenas ha sido iniciada por ellos. Nadie debe trasladarse a lugares nuevos simplemente para obtener ventajas mundanales; sino que donde hay oportunidades de ganarse la vida, deben entrar familias bien arraigadas en la verdad, una o dos familias por lugar, para trabajar como misioneros. Deben sentir amor por las almas, preocupación por trabajar en su favor, y deben estudiar la manera de llevarlas a la verdad. Pueden distribuir nuestras publicaciones, celebrar reuniones en sus casas, llegar a conocer a sus vecinos e invitarlos a venir a esas reuniones. Así harán brillar su luz por las buenas obras. Manténganse a solas con Dios los que trabajan, llorando, orando y trabajando por la salvación de sus semejantes. Recuerden que están corriendo una carrera y luchando por una corona de inmortalidad. Mientras que son tantos los que aman la alabanza de los hombres más que el favor de Dios, sepamos trabajar con humildad. Aprendamos a ejercer fe mientras presentamos nuestros vecinos al trono de la gracia e intercedemos con Dios para que conmueva sus corazones. Se puede hacer así una obra misionera eficaz, y alcanzar tal vez a quienes no escucharían a un ministro o a un colportor. Los que trabajen así en lugares nuevos aprenderán cuáles son las mejores maneras de acercarse a la gente, y podrán preparar el camino para otros obreros. El que se dedica a esta obra adquirirá una experiencia preciosa. Siente en su corazón preocupación por las almas de sus vecinos. Debe tener la ayuda de Jesús. ¡Cuán cuidadoso será para andar con circunspección, a fin de que sus oraciones no sean impedidas y ningún pecado le separe de Dios! Mientras ayuda a otros, el que trabaje así obtiene él mismo fuerza espiritual y comprensión, y en esta humilde escuela se preparará para entrar en un campo más amplio. Cristo declara: “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto.” Juan 15:8. Dios nos ha dotado de facultades y nos ha confiado talentos para que los empleemos en su servicio. A cada uno asignó su tarea, no simplemente el trabajo que debe hacer en sus campos de maíz y trigo, sino una labor fervorosa y perseverante para salvar almas. Cada piedra del templo de Dios debe ser una piedra viva, que resplandezca y refleje luz al mundo. Hagan los miembros laicos todo lo que puedan; y mientras usan los talentos que ya tienen, Dios les dará más gracia y capacidad. Muchas de nuestras empresas misioneras se ven trabadas porque son muchos los que se niegan a aprovechar las oportunidades de servir que se les ofrecen. Empiecen a trabajar todos los que creen en la verdad. Hagan la obra que les resulte más cercana; hagan cualquier cosa, por humilde que sea, antes que ser, como los hombres de Meroz, ociosos. No nos faltarán los recursos si tan sólo queremos avanzar confiando en Dios. El Señor está dispuesto a hacer una obra en favor de los que creen verdaderamente en él. Si los miembros laicos de la iglesia se despiertan para hacer la obra que pueden hacer, y mirando cada uno cuánto puede hacer en la obra de ganar almas para Jesús, emprenden la guerra a su propio costo, veremos a muchos abandonar las filas de Satanás para colocarse bajo el estandarte de Cristo. Si nuestro pueblo decide actuar de acuerdo con la luz dada en estas pocas palabras de instrucción, veremos por cierto la salvación de Dios. Se producirán reavivamientos admirables. Se convertirán pecadores, y muchas almas serán añadidas a la iglesia. Cuando pongamos nuestro corazón en unidad con Cristo y nuestra vida en armonía con su obra, el Espíritu que descendió sobre los discípulos en el día de Pentecostés, descenderá sobre nosotros.

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