Cada día que pasa nos acerca al fin. ¿Nos acerca también a Dios? ¿Velamos en oración? Las personas con las que tratamos continuamente necesitan recibir nuestras instrucciones. Es posible que su estado mental sea tal que una sola palabra oportuna, grabada en el alma por la influencia del Espíritu Santo, penetrará como un clavo en el lugar apropiado. Puede ser que mañana algunas de estas almas estén para siempre fuera de nuestro alcance. ¿Qué influencia ejercemos sobre esos compañeros de ruta? ¿Qué esfuerzo hacemos para ganarlos para Cristo?
El tiempo es corto y nuestras fuerzas deben organizarse para hacer una obra más amplia. Necesitamos obreros que comprendan la inmensidad de la tarea y que estén dispuestos a cumplirla, no por el salario que reciban, sino porque se dan cuenta de que el fin está cerca. El tiempo exige más capacidad y una consagración más profunda. Estoy tan compenetrada de este pensamiento que clamo a Dios: “Levanta y envía mensajeros que tengan conciencia de su responsabilidad, mensajeros en quienes la idolatría del yo, fuente de todo pecado, sea crucificada.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario