Frente a la ley dominical
Sanatorio, California,
17 de agosto de 1902.
Estimado hermano,
Voy a tratar de contestar a su pregunta sobre lo que deberá hacer en caso de que las leyes dominicales sean sancionadas. Hablaré conforme a la luz que el Señor me diera cuando esperábamos una crisis análoga a la que parece confrontaros ahora. Cuando el mundo, impulsado por una fuerza infernal, quiera hacer obligatoria la observancia del domingo, los adventistas del séptimo día deberán dar prueba de sabiduría, abstenerse de hacer trabajos comunes en domingo y dedicar ese día al trabajo misionero.
Desafiar las leyes dominicales no haría más que fortalecer el espíritu perseguidor de los fanáticos que se esfuerzan por hacerlas ejecutar. No les déis ocasión de llamaros violadores de las leyes. Si no les dejáis otra tarea que la de refrenar a hombres que no temen a Dios ni al hombre, dicha tarea no tardará en perder su novedad para ellos, y verán que no les resulta lógico ni conveniente ser estrictos en lo que concierne a la observancia del domingo. Proseguid vuestro trabajo misionero, con la Biblia en la mano, y el enemigo caerá en la cuenta de que derrotó su propia causa. No se recibe la marca de la bestia por manifestar prudencia al conservar la paz absteniéndose del trabajo que ofende y consagrándose a una obra de las más importantes. Consagrar el domingo al trabajo misionero es arrancar el látigo de las manos de los fanáticos arbitrarios, cuyo placer sería humillar a los adventistas del séptimo día. Cuando vean que dedicamos los domingos a visitar a la gente y explicarles las Escrituras, comprenderán que es inútil querer detener nuestra obra por medio de leyes dominicales. El domingo puede dedicarse a diversas actividades que lograrán mucho resultado para Dios. Pueden celebrarse reuniones al aire libre y en las casas particulares. Puede trabajarse de casa en casa. Los que escriben pueden, en aquel día, redactar artículos para los periódicos. Cuando sea posible, se celebrarán reuniones religiosas, y se las hará intensamente interesantes. Hablad con fuerza y seguridad del amor del Salvador, y cantad verdaderos himnos de despertamiento religioso. Hablad de la temperancia y de la vida religiosa genuina. Aprenderéis así el arte de trabajar y alcanzaréis a muchas almas. Consagren los maestros de nuestras escuelas el domingo al trabajo misionero. Se me ha mostrado que así podrán desbaratar los planes del enemigo. Celebren los maestros, en compañía de sus alumnos, reuniones para aquellos que no conocen la verdad. Lograrán más así que de cualquier otro modo. Dios nos ha dado instrucciones muy claras en cuanto a nuestra obra. Debemos proclamar la verdad con respecto al sábado de Jehová, y reparar la brecha que fué abierta en la ley. Debemos hacer cuanto podamos para ilustrar a los ignorantes; pero jamás debemos asociarnos a hombres del mundo para recibir ayuda financiera. Acerca de los hijos de Israel leemos: “Saquélos pues de la tierra de Egipto, y trájelos al desierto; y díles mis ordenanzas, y declaréles mis derechos, los cuales el hombre que los hiciere, vivirá en ellos.” Y díles también mis sábados, que fuesen por señal entre mí y ellos, para que supiesen que yo soy Jehová que los santifico. Mas rebeláronse contra mí la casa de Israel en el desierto; no anduvieron en mis ordenanzas, y desecharon mis derechos, los cuales el hombre que los hiciere, vivirá en ellos; y mis sábados profanaron en gran manera; dije, por tanto, que había de derramar sobre ellos mi ira en el desierto para consumirlos. “Pero en atención a mi nombre hice porque no se infamase a la vista de las gentes, delante de cuyos ojos los saqué. Y también yo les alcé mi mano en el desierto, que no los metería en la tierra que les dí, que fluye leche y miel, la cual es la más hermosa de todas las tierras; porque desecharon mis derechos, y no anduvieron en mis ordenanzas, y mis sábados profanaron: porque tras sus ídolos iba su corazón. Con todo los perdonó mi ojo, no matándolos, ni los consumí en el desierto; antes dije en el desierto a sus hijos: No andéis en las ordenanzas de vuestros padres, ni guardéis sus leyes, ni os contaminéis en sus ídolos. Yo soy Jehová vuestro Dios; andad en mis ordenanzas, y guardad mis derechos, y ponedlos por obra: y santificad mis sábados, y sean por señal entre mí y vosotros, para que sepáis que yo soy Jehová vuestro Dios.” Ezequiel 20:10-20.
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