Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia;
antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos
de aquel a quien tenemos que dar cuenta. Hebreos 4:13.
El Señor es un Dios que lo sabe todo. En su Palabra se lo
representa como pesando a los hombres en el desarrollo de sus
caracteres y en todos sus motivos, sean éstos buenos o malos.
Ana, la madre de Samuel, el niño que recibiera en respuesta a su
fervorosa súplica, dijo: “El Dios de todo saber es Jehová, y a
él toca el pesar las acciones”. 1 Samuel 2:3. David declaró:
“Por cierto, vanidad son los hijos de los hombres, mentira los
hijos de varón; pesándolos a todos igualmente en la balanza,
serán menos que nada”. Salmos 62:9. Isaías dice: “Tú, que eres
recto, pesas el camino del justo”. Isaías 26:7. Salomón escribe:
“Todos los caminos del hombre son limpios en su propia opinión;
pero Jehová pesa los espíritus”. Proverbios 16:2. Es de interés
eterno que cada uno escudriñe su propio corazón y desarrolle
cada facultad otorgada por Dios.
Hay muchas lecciones importantes que aprender. Recordemos que no
hay motivo alguno en el corazón del hombre que Dios no vea
claramente. Los motivos de cada uno son pesados tan
cuidadosamente como si el destino de cada ser humano dependiera
únicamente de ese resultado. Necesitamos conectamos con el poder
divino a fin de recibir mayor luz y una comprensión mejor de
cómo razonar de causa a efecto.
Necesitamos cultivar la capacidad de entendimiento, mediante
nuestra participación de la naturaleza divina, habiendo huido de
la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia.
Considere cada uno de nosotros en forma cuidadosa esta solemne
verdad: Dios en el cielo es fiel y no hay designio, no importa
cuán intrincado sea; ni motivo, no importa cuán cuidadosamente
se lo haya ocultado, que El no comprenda claramente. El lee las
intenciones secretas de cada corazón. El hombre puede hacer
planes para realizar acciones deshonestas pensando que Dios no
lo sabe, pero en el gran día cuando los libros sean abiertos y
cada hombre sea juzgado por las cosas escritas en ellos, esas
acciones aparecerán tales cuales son...
No hay nadie, no importa cuán fervorosamente esté tratando de
hacer lo mejor, que pueda decir “no tengo pecado”. El que dijese
esto estaría en un engaño peligroso. “Si decimos que no tenemos
pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en
nosotros”. 1 Juan 1:8. ¿Cómo podemos escapar, entonces, de la
acusación: “Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto”?
Debemos mirar a Cristo. A un costo infinito hizo un pacto para
ser nuestro Representante en las cortes celestiales, nuestro
Abogado delante de Dios.—Manuscrito 23, del 8 de febrero de
1906, “Un Dios de sabiduría que pesa las acciones”.*